De cómo una saga pierde totalmente la brújula. "La noche del demonio: La última llave", de Adam Robitel es otra precuela que se pierde en medio de excusas para intentar contar una historia que encaje dentro de algo mayor cerrado aunque lleno de agujeros. En 2010, James Wan, no tan conocido como ahora, estrenaba la sobrevalorada La noche del demonio. Una película que pasó algo desaperciba en su momento pero que ganó algo de fama a partir de su secuela estrenada el mismo año que "El Conjuro".
Si bien en la tercera entrega de la saga el bastón de mano recayó en el socio de Wan, también guionista y actor, Leigh Whannell, el éxito y la continuidad de la saga ya estaban asegurados. Lo cierto es que, si bien la primera y segunda parte no son películas excelentes ni mucho menos, por lo menos mantienen cierta coherencia y personajes con algo de carisma.
Síntoma que comenzó a perderse en "La noche del demonio: Capítulo 3". Así llegamos a esta cuarta entrega en la que Wan ya no es ni siquiera productor.
Whannell ocupa ese lugar, el de guionista y actor secundario (como en las tres anteriores), y el puesto de director recae en Adam Robitel, “conocido” por dirigir La posesión de Deborah Logan (Otra de terror bastante sobrevalorada), y guionar la quinta e insufrible entrega de "Actividad Paranormal: La dimensión fantasma".
Si algo hay que rescatar de la saga de La noche del demonio es que, como pocas, logró posicionar a un personaje que comenzó siendo secundario por sobre los protagonistas originales. Hablamos de Elise Rainier, interpretada por Lyn Shaye. Esta cuarta entrega, como punto positivo, termina cumpliendo lo que la tercera había prometido y esquivado, entregarle finalmente el protagónico y centro de la historia, a Elise, la psíquica que se encarga de liderar a ese grupo tan particular de cazafantasmas.
En efecto, "La noche del demonio: La última llave", nos cuenta la historia de Elise, en el presente (en verdad casi porque se ubica en el medio de la tercera entrega y la primera), y en un flashback hacia su infancia. De pequeña, Elise (interpretada por Ava Kolker), sufre el maltrato de su padre Gerald (Josh Stewart) junto a su madre Audrey (Tessa Ferrer) y su hermano Christian (Pierce Pope). Como si fuese poco, un ente se encuentra en el hogar familiar, por error Elise lo termina liberando y se lleva la vida de mamá Audrey.
Vuelta al “presente”, Elise recibe la llamada de Ted (Kirk Acevedo), el nuevo dueño de aquella casa, que la convoca junto a su equipo de cazadores paranormales, Tucker (Angus Sampson) y Specs (el mencionado Whannell), para que revise algunos extraños sucesos. También reaparece Christian (Bruce Davison) junto a sus hijas, y algo de los originales Lambert hay, porque no hay que olvidar que esto pertenece a una saga. No hace falta aclararlo.
A "La noche del demonio: La última llave" le cuesta hacer pie. De primeras pareciera ser ese tipo de secuelas que hay que hacer porque se tiene que cabalgar el éxito, pero que no tienen demasiado idea qué contar. Saben que definitivamente Elise tenía tomar el protagónico, y alrededor de eso, vamos.
El argumento se dispersa, se ramifica, y pareciera siempre estar narrando algo, aunque no se sepa bien qué. Elise Rainier es un personaje riquísimo, pero el gran aporte lo hace la actriz que le pone el cuerpo, Lyn Shaye, una veterana (en el mejor de los sentidos) del terror – por ejemplo, es la profesora de la "Pesadilla" original, y Sal en la saga de "Critters" – además de ser la hermana del mítico productor de género Bob Shaye.
Ella le aporta todo lo necesario, con sus gestos, con sus posturas, con su decir, a un personaje que, en los papeles tampoco pareciera tan interesante. Aún admitiendo que las dos primeras entregas de la saga fueron correctas gracias a cierto desparpajo y una idea de terror más tradicional, a partir de la tercera entrega definitivamente se perdió el rumbo. Algo similar a lo que ocurrió con la saga de "El juego del miedo" luego de que su “protagonista” y razón de ser falleciera en la tercera entrega.
Es querer remar contra algo que ya vio el fin anticipadamente. Si bien Whannell desde el guion y Robitel en la dirección parecieran querer retomar en este capítulo algo de lo que fue el espíritu original, restando algo de solemnidad, el desconcierto es mayor.
Los seguidores de la saga, que los hay y varios, quizás encuentren algún gusto en los guiños, y sientan que se les ofrece cerrar un círculo.
Ellos la pueden pasar algo mejor que un recién llegado – que también puede verla y comprenderla perfectamente –. "La noche del demonio: La última llave" pareciera querer darle un cierre a esta historia. Aunque ya se sabe, si algún productor sigue viendo la oportunidad de seguir exprimiendo, alguna vuelta siempre podrán encontrarle. Como prueba, esta entrega.