La fidelidad de los seguidores en el género de terror sólo rivaliza con las grandes masas que siguen las franquicias del estilo Star wars o Avengers. Y James Wan supo posicionarse como un gran cultor del género en el nuevo siglo. Con la saga El juego del miedo y El conjuro alimentó a la platea con sed de sangre. El asesino slasher que persigue a la víctima ya es cosa del pasado, ahora la truculencia es macabra, con más matices, cuanto más enferma y retorcida mejor (siempre sin desbordar los cánones del cine mainstream).
En La noche del demonio: la última llave (Insidious: The last key, 2018) Wan sólo aparece como productor del film (junto a Oren Peli, un señor que la pegó con Actividad Paranormal). En esta ocasión, la historia presenta la traumática infancia de Elise (Lin Shaye), la parapsicóloga de la saga, quien recibe un llamado desde su viejo hogar y debe regresar para ver de qué se trata. Con la compañía de sus dos secuaces, Tucker (Angus Sampson) y Specs (Leigh Whanell, quien también oficia de guionista), se adentran en otro caso paranormal con flashbacks y entes paranormales.
Esta cuarta entrega sigue con la tonalidad de la saga: escenas en modo visión nocturna, demonios deformes y screamers para que el espectador pegue un buen salto. También con un uso acertado del humor. La narración es mucho más concisa cuando se remite a la infancia de Elise; hay verdadero terror en ese aspecto y se debe en parte a la buena ambientación de una casa destartalada (en un piso contiguo se ejecutaban a presos condenados a la silla eléctrica) y la buena perfomance de la pequeña que personifica a Elise de niña (Ava Kolker).
Como en muchas familias del siglo pasado, la educación tendía al machismo extremo y el padre de la pequeña Elise le propinaba golpes porque creía que era lo correcto para “enderezarla” cada vez que ella veía, sentía y contaba sus encuentros con seres no tangibles. El terror no lo generan los fantasmas o demonios, lo hace el propio padre desde su salvajismo. En cambio, cuando volvemos al presente, Insidious se asemeja más a las entregas anteriores, no es un paso en falso, pero no hay innovación. Y demonios hay, y muchos, que ninguno cause tanto miedo como el padre de Elise es el pequeño triunfo de Insidious: la última llave.