CERRAR Y TIRAR LA LLAVE
Las sagas de La noche del demonio y El conjuro, tan promisorias en sus primeras versiones, no sólo han ido desarrollándose en paralelo y generando spin-off´s como Annabelle, merced a la combinación de productores, guionistas y equipo creativo en general, sino que también han podido mantener una criteriosa calidad en sus historias. Inevitable fue, sin embargo, la caída en el interés ante la obvia redundancia de recursos, a pesar de que siguen siendo convocantes.
En el caso de La noche del demonio: la última llave, el giro en cuanto a la continuidad de la historia se hace un tanto predecible. Recordemos que en las primeras dos entregas el tema fue el acoso de fuerzas sobrenaturales a la familia Lambert y las visiones de uno de sus hijos que era capaz de tener algo así como “viajes astrales” y ver los demonios que los acechaban, y en la tercera, filmada a modo de precuela, se centraba el argumento en cómo se conocían, antes del caso Lambert, la psíquica Elise (Lin Shaye) y sus ayudantes (Angus Sampson y Leigh Whannell, director de esta entrega) en otro caso de acoso sobrenatural por parte de la madre fallecida de una adolescente. Con estos antecedentes, no quedaba más que irse más atrás y explorar en el pasado lejano, llegando a la infancia de Elise para dar origen a una nueva historia de espíritus atormentados que no se resisten a permanecer en su plano sin molestar a los moradores humanos a su alcance.
Elise recibe el llamado de un desconocido que habita en la casa en la que ella pasó su infancia junto a su padre abusivo, madre oprimida y hermano menor. El hombre dice sentir el acecho de una presencia fantasmal aterradora y convoca a la mujer, que no duda en regresar al pueblo que la vio nacer, Seven Keys, en Nuevo México. Los ayudantes habituales de Elise se suman a la travesía y todos terminan inmersos en el pasado de la psíquica a quien su hermano (Bruce Dickinson) le niega el saludo por lo sucedido en el turbio pasado de ambos. No obstante una de sus sobrinas decide ayudarlos a desentrañar el misterio.
Es notable cómo La noche del demonio: la última llave intenta conectar forzadamente con las dos primeras entregas, aunque sea incluyendo en breve cameo a Patrick Wilson y a Rose Byrne en sus personaje del matrimonio Lambert. Un recurso que resulta innecesario, ya que todo pasa a partir de lo que suceda con Elise y el enfrentamiento con su pasado. De todos modos, no estaría mal que la franquicia termine siendo una serie sobre las aventuras de la investigadora paranormal y sus secuaces, para no andar tirando más cables que intenten unir lo que ya está fuera del plano y está bien que así sea.
La secuencia inicial cumple con lo que pueda esperarse en una producción del género, una familia con un padre abusivo y violento, una niña que ve presencias y que por esa misma razón es hostigada y castigada por el hombre, lo cual genera una situación que termina en tragedia. Luego de esto, el presente llega para introducirnos una vez más en la puesta en marcha del equipo hacia donde radica el problema.
En el desarrollo, el director intenta crear cierta tensión entre los hermanos al tiempo que incorpora a una de las sobrinas de Elise como nexo, lo cual no sólo no es poco efectivo sino que no aporta solidez argumental. El fuerte sigue siendo el aspecto creativo por cuyo despliegue la entidad maligna principal hace sus apariciones y luego, muy por debajo aunque no debiera ser así, la historia real con sus vueltas de tuerca que tratan de sorprender a fuerza de clichés.
Pero a pesar de todo esto, La noche del demonio: la última llave logra el cometido de entretener discretamente con una nueva historia del “Team Elise” quien, como ya dijera antes, merece más una serie al estilo Scooby-Doo que un número indeterminado de nuevas secuelas que pueden llegar a atentar contra la franquicia completa.