LA NOCHE DEL DEMONIO: LA ÚLTIMA LLAVE
Aunque no lo crean, siguen encontrando historias para intentar asustarnos.
“La Noche del Demonio” (Insidious, 2010) logró despegar una nueva franquicia terrorífica de bajo presupuesto de la mano de James Wan. Las críticas fueron desparejas, pero logró ganarse a su público y generar unas cuantas secuelas, que fueron perdiendo atractivo (y calidad) a medida que perdieron a Wan detrás de las cámaras.
Por algún motivo (económico, seguramente) llega esta cuarta parte que nos lleva un poquito atrás en el tiempo, incluso antes de los acontecimientos de 2010, para centrarse en la historia particular de Elise Rainier (Lin Shaye), la psíquica que se volvió casi protagonistas y el hilo conductor a lo largo de estas películas.
Arrancamos en 1953 con una joven Elise que debe lidiar con su “don” y un padre irascible y violento que no lo entiende. En cambio, decide castigar a su hija y encerrarla en el sótano tras ver un fantasma, donde la nena descubre una puerta y libera un demonio que desata la tragedia familiar. Durante su adolescencia, Rainier termina abandonando su hogar, y a su pequeño hermano que quedó al cuidado de papá.
Muchos años después, la señora recibe uno de esos tantos llamados de auxilio de un hombre (Kirk Acevedo) que asegura que su casa de Nuevo México está invadida por un ente maligno. Curiosamente, es aquella casa de su infancia y, aunque un tanto renuente en un principio, Elise decide ayudarlo, en parte, para expiar sus propios fantasmas del pasado.
Hasta allí se dirige con sus compañeros de aventuras paranormales, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), sabiendo que el hogar está infectado de espíritus. Pero lo que descubre es algo más espeluznante, y un secreto familiar que, en última instancia, termina poniendo en riesgo a sus propias sobrinas.
“La Noche del Demonio: La Última Llave” (Insidious: The Last Key, 2018) no suma nada nuevo a esta franquicia que sólo repite la fórmula y, en este caso, también agrega un poco (bastante) de drama familiar y una trama policial que se enreda con los sucesos sobrenaturales.
Adam Robitel es el director designado, un casi debutante tras las cámaras que ya se paseó por el género con “La Posesión de Deborah Logan” (The Taking, 2014), y si bien hace un gran esfuerzo con la puesta en escena del pasado –una estética muy parecida a la de Wan, aunque alejado de su maestría estética-, nos entrega esos sustos de manual y unas cuantas actuaciones exageradas.
El interés se va perdiendo entre varias tramas y personajes que entran y salen de la historia sin mucho peso. Está claro que la clave de todo es Elise y el argumento se esfuerza por conectar puntos con el resto de la franquicia, pero nunca nos terminan de contar en profundidad de qué la va este demonio (Key Face) que sale de la nada -o, suponemos, como resultado de la prisión que se encontraba cerca de la casa, donde muchos de los condenados murieron en la silla eléctrica, una de las tareas de papá Rainier- para crear caos.
“La Noche del Demonio: La Última Llave”, como muchas de sus antecesoras y compañeras de Blumhouse Productions, saca provecho de su relación bajo presupuesto/buena taquilla, pero se queda muy corta a la hora de influenciar en un género que, durante 2017, demostró que todavía tiene tela para cortar y la manera de reinventarse a sí mismo. Claro que este no es el caso, pero tampoco esperábamos algo distinto. La película de Robitel cumple con sus propias expectativas y ambiciones, suma sustos fáciles y una opción dentro de todo entretenida, aunque demasiado genérica para que nos sacuda un poco.