El inicio
El último lustro, y un poco más también, ha ofrecido en materia de cine de género, la posibilidad de reinventar narrativas apoyándose en viejas estructuras, demostrando el buen momento en la taquilla y consolidando la preferencia del público por este tipo de películas.
Así, la carrera iniciada con Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), y luego con la saga de El conjuro (The Conjuring, 2013) y sus spin offs, como así también con La noche del demonio (Insidious, 2011), permitieron el regreso de la calidad y autoría a la producción industrial de películas de terror, pero también fueron el vehículo para que James Wan, Oren Peli y Jason Blum se consagraran como sinónimo del género.
En el caso de La noche del demonio, además, abrió el juego para que la vieja historia del niño poseído en una casa embrujada devolviera una mirada ontológica sobre el miedo y sus orígenes, construyendo un microuniverso cada vez más grande que terminó por expulsar a uno de sus protagonistas, en este caso a Elise (Lin Shaye), no sin antes ofrecerle un protagónico absoluto y una película para ella sola como La noche del demonio: La última llave (Insidious: The Last Key, 2018).
Adam Robitel es el encargado de dirigir esta precuela de la saga en la que el personaje de Shaye será revelado como un ser frágil y vulnerable, todo lo contrario a la construcción anterior, expuesto a sus propios temores originados en un pasado, hasta el momento, inédito para los espectadores.
Desandando sus propios pasos, Elise llevará a su familia hasta el origen de sus problemas cuando sea convocada por un hombre atormentado por fantasmas en la misma casa que habitaba de pequeña y a la que nunca más ha regresado.
Acompañada por el grupo de “cazafantasmas” con el que suele trabajar en sus casos paranormales, el relato abre el juego en dos líneas paralelas que terminan por completar la totalidad de la trama argumental. Por un lado el pasado de la niña/adolescente Elise, en donde la película se detiene para asustar con un estilo bastante “torpe” y convencional y por el otro la actualidad de la mujer madura que desea conocer la verdad detrás de las recurrentes pesadillas, malos sueños que la conectan, a diario, con el más allá.
Si bien el guion apela a lugares comunes y a estereotipos de género, la habilidad de Robitel radica en mantener la tensión y el misterio sobre la mujer que supo ayudar a la familia Lambert a resolver sus cuestiones, pero también en cómo esta entrega se conecta con la saga a partir de elementos en común o breves raccontos que se colocan en la superficie del discurso.
La noche del demonio: La última llave se detiene en Elise porque sabe de la riqueza e iconicidad del personaje, pero decide ir mucho más allá, permitiendo el avance de los demonios que la acechan sobre su entorno familiar, un grupo hasta el momento ignoto, pero que escena a escena, comienza a tener más partido en la trama, generando un vínculo inevitable para la resolución final.
Los amantes de la saga estarán de parabienes con esta nueva entrega de una historia clásica, sin estridencias, tal vez la que permitió a los estudios Blumhouse y a sus hacedores consolidarse como los maestros del terror del nuevo siglo, algo que no contentará a aquellos que busquen algo nuevo en la pantalla, quienes deberán contentarse con algunos sustos y participaciones de grandes actores como Bruce Davison, que potencian, con sus interpretaciones, una trama simple y débil.