Terror del clásico para el publico cansado de torturas y demás modas en el género.
Muy bien, si entraron para leer la review puedo adelantar que les interesa la película, lo cual es un gran paso. Ahora, quiero advertirles que si entraron para leer una crítica objetiva, temo defraudarlos. No soy objetivo con el cine de terror. Me cuesta, siento que es parte de mí y que el género me alimentó más que cualquier otro. Si ahora que saben eso quieren seguir leyendo, bienvenidos sean.
La Noche del Demonio es una película que no cuadra en esta época. El único link que se me ocurre en este momento para referirme a ella es el clásico Poltergeist, de 1982. Allí, Tobe Hooper (director de La Masacre de Texas original) daba un volantazo increíble y se alejaba de aquel sanguinario y ordinario Leatherface para entrar en un mundo que, si me permiten, asusta mucho más que un loco con una motosierra: entró en el mundo de lo paranormal, de lo extraño, de lo inexplicable y de lo que más nos asusta: lo desconocido.
Una historia similar tiene el director de La Noche del Demonio, James Wan, que si bien comenzó con lo que fue la piedra fundamental para esta actualidad del terror con desmembramientos (El Juego del Miedo), luego fue cambiando. Primero se hizo cargo de Dead Silence, otra película de terror bien típica con un muñeco de ventrílocuo que asustaba más que cincuenta Jigsaws juntos. Después pasó por el suspenso con Sentencia de Muerte y ahora vuelve a su primer amor, el terror, pero con una mano mucho más entrenada y con una idea clarísima sobre lo que asusta a la gente.
La Noche del Diablo nos presenta a una familia formada por un padre, una madre y tres hermanitos pequeños. Ellos acaban de mudarse a una casa grande, con jardín, altillo y todo lo que el sueño americano pide, pero lo que no saben es que la felicidad les va a durar poco. Luego de un accidente hogareño sucedido en extrañas circunstancias, uno de los pequeños entra en un coma que parece irreversible.
Pasa meses y meses en ese estado, postrado en la cama y, mientras tanto, los eventos sobrenaturales comienzan a poblar la casa: apariciones, ruidos, cosas que se mueven… ya saben, una típica casa embrujada. Renai (Rose Byrne), la madre del chico no soporta más vivir en ese contexto, por lo cual le ruega a su marido (Patrick Wilson) irse de allí. Si bien no cree mucho en las cuestiones fantasmales, él dedide que lo mejor por el bien de todos es, efectivamente, irse. Pero luego de la mudanza, las cosas raras vuelven a suceder en la nueva casa, ya que los fantasmas no estaban encerrados en su antiguo hogar, no… Los fantasmas están haciendo cola para ocupar el cuerpo de Dalton (Ty Simpkins), ya que su alma está encerrada en un extraño lugar llamado “Más Allá”.
Luego, ya saben, viene el exorcista, las cosas se ponen oscuras, la familia al principio cree y luego no… lo de siempre, bah. Y eso es lo genial, porque hace mucho tiempo que no se hace una película con esos ingredientes “de siempre”. Alguna película oriental, y un poco (apenas) la primera entrega de Actividad Paranormal. Después, todos prefieren aserrar una pierna que asustar con un alma en pena. Y aquí es donde Wan les gana a todos: Sabe hacer las dos cosas. Pero, si me preguntan, me quedo con este Wan.
Ahora, la pregunta, ¿por qué si todo es color de rosa no se lleva la calificación más alta? Sencillo: la película tiene dos defectos importantes. Por un lado, le sobra tiempo. Hacia el final, Wan estira escenas que podrían haber quedado más cortas y hasta más terroríficas. Y en segundo lugar, y es una cuestión muy personal y estética, no me convenció el diseño casi StarWarsesco que le dió a su demonio principal. Al verlo, no podía dejar de pensar en el Darth Maul de Episodio I. De todas formas, la película asusta más cuando esa criatura no se ve, por lo cual el mostrarlo también podría ser un defecto (y no se asusten, que no estoy arruinando nada. El demonio aparece hasta en el trailer)
En definitiva, La Noche del Demonio es casi una película para melancólicos. Para todos aquellos que ven un televisor con interferencias y se asustan y, sobre todo, para aquellos que todavía escuchan el nombre de Carol Anne y sienten un escalofrío.