Lo que comienza como una comedia de enredos navideños en la línea de, digamos, Mi pobre angelito, con robos e infidelidades, se convierte luego en un thriller sobre la invasión a la privacidad a-la-Michael Haneke para finalmente, sin jamás dejar de lado un humor negrísimo, despiadado, derivar hacia algo todavía más siniestro y perverso. No puede acusarse al reconocido productor Gastón Portal de falta de audacia en su debut como coguionista y director. La noche mágica es una apuesta anómala, desconcertante, dentro del cine mainstream argentino. Y, más allá de sus evidentes desniveles dramáticos y actorales–y hasta de un desenlace que puede irritar a más de uno–, es para celebrar su permanente apuesta por el riesgo, sus cambios de registros, de tonos y hasta de géneros.
En La noche mágica hay un matrimonio burgués (Natalia Oreiro y Esteban Bigliardi) en plena crisis, un tercero en discordia (Pablo Rago), que es el mejor amigo de él y el amante de ella; y un ladrón profesional (Diego Peretti), que irrumple en plena Nochebuena y confunde a la pequeña hija de la pareja con su look de Papá Noel.
Portal se da todos los gustos (desde un flashback en el que filma una caótica fiesta de casamiento) hasta secuencias musicales con canciones italianas de los años 60 y 70 de fondo (Peretti termina cantando “El último romántico”, de Nicola Di Bari). El resultado, quedó dicho, está lejos de ser enteramente satisfactorio. Hay buenos gags y otros pasajes en los que reina el artificio y escasea la fluidez. Pero con todos sus resbalones y hasta tropiezos parciales, Portal demuestra que tiene muchas ideas, ganas de sorprender, de trasgredir y de incomodar. En ese sentido, La noche mágica apela a fórmulas reconocibles para luego traicionarlas y trascenderlas. Bienvenido sea, entonces, ese espíritu lúdico y provocador en medio de un panorama general del cine argentino bastante previsible y hasta anquilosado.