DESCARRILADOS
La ópera prima de Gastón Portal se construye, al menos inicialmente, desde lo paradójico: si por un lado su construcción argumental es mínima, con un puñado de personajes y una sola locación principal; por otro hilvana un relato que busca poner toda la carne al asador tanto en lo formal como en lo temático. Y si bien por momentos arma un artefacto potente, incluso atractivo en su efervescencia, lo cierto es que también toma una serie de decisiones que llevan a que esa apuesta que es La noche mágica conspire contra sus propias virtudes y termine descarrilando.
El film transcurre en la casa de una familia de alto poder adquisitivo durante la Nochebuena. Allí están Kira (Natalia Oreiro) y su amante, Cachete (Pablo Rago), quienes escuchan llegar a Juan (Esteban Bigliardi), el marido de ella. Cuando Cachete intenta huir por el balcón, se encuentra con alguien más con sus propios planes: Nicola (Diego Peretti), un ladrón bastante particular que tiene un aspecto que lo podría confundir con Papá Noel, dispuesto a robar el lugar. Nicola arrastra a Cachete nuevamente al interior de la casa y, si ya el asunto se había complicado con su ingreso en la ecuación, todo se enreda más cuando se encuentra con Alicia, la pequeña hija de Kira y Juan, quien apenas lo ve le entrega una lista de deseos. Y allí va entonces Nicola, dispuesto a cumplir con lo que solicita Alicia, aunque eso implique poner patas para arriba la vida de todos los demás en un par de horas.
En La noche mágica hay que hacer un esfuerzo considerable para dejar de lado ciertos cabos sueltos que ponen en riesgo el verosímil, empezando por el hecho de que Nicola obliga a Cachete a ponerse una máscara, pero él mismo entra a robar a cara descubierta. Y así con varias cosas más, aunque sea precisamente el comportamiento errático, imprevisible, definitivamente antojadizo de Nicola el que le da impulso a la narración: es como una especie de Hannibal Lecter más risueño, que opera con un sentido ético y moral que arrastra a todos los demás personajes. Sus acciones llevan al relato por la senda de la anarquía y un sentido del riesgo que colocan a la película en un territorio un tanto incómodo, definitivamente manipulador, pero también desatado y en unos cuantos pasajes bastante divertido. Cuando el film se concentra en su relación entre amistosa y paterno-filial con Alicia, todo fluye por el lado lúdico y hasta permite que aceptemos unas cuantas arbitrariedades del guión a partir del sostén de la comedia autoconsciente.
Lamentablemente, en La noche mágica no solo están Nicola y Alicia con sus comportamientos caóticos, sino también Kira, Juan y Cachete con sus miserias y frustraciones que amenazan con estallar por los aires. Cada vez que la película se concentra en ellos -incluso dejando por completo de lado a Nicola y Alicia-, se vuelve pesada, sentenciosa, falsamente impostada, con algunos parlamentos insoportables, conductas insostenibles y carente de una reflexividad consistente. En el caso de Juan, hay un maltrato permanente por parte de la narración, una voluntad incluso llamativa por hacerlo caer bien bajo, por mostrarlo como alguien miserable, desamorado, maltratador y un largo etcétera.
En sus minutos finales, La noche mágica se plantea a sí misma un dilema: el centrarse en esa especie de cuento de hadas que se desarrolla entre Nicola y Alicia; o el cuento moral -o más bien moralista- que se configura entre Nicola y el resto de los adultos. Y si bien en un momento parece decidirse por la primera alternativa, finalmente toma un giro que la coloca en la segunda senda. Y allí toma unas cuantas decisiones que rozan lo indignante, particularmente con el personaje de Juan, al que amaga con darle una chance de redención, para luego condenarlo definitivamente. Portal tenía al alcance de la mano la comedia negra, pero escoge el drama moralista, sacrifica el humor en aras del mensaje y pierde la oportunidad de concretar un debut en el cine realmente potente.