La noche mágica es una película de encierro, un claustrofóbico cuento de navidad que busca sorprender al espectador y tenerlo en vilo durante toda su trama. Se anuncia como una historia navideña y lo es. Pero el afiche promete un tono liviano que difiere mucho de lo que finalmente se ve. La única verdadera sorpresa que se llevará el espectador es esa, una vez empezada la película las vueltas de tuerca no asombran porque ya queda claro que es una película solo para público adulto dispuesto a soportar municiones gruesas y temas complicados.
En la noche de navidad un ladrón llamado Nicola (Diego Peretti) entra a robar a un caserón. Una pareja (Natalia Oreiro y Pablo Rago) acaba de tener sexo y el espectador imagina que ese será el trío protagónico. Pero cuando el ladrón está por entrar, aparece un hombre en escena, es el dueño de la casa (Esteban Bigliardi) y por donde el ladrón iba a entrar, un hombre huye. Ambos se encuentran. Ladrón y amante. Obviamente no podrá irse. El ladrón le dará una máscara y lo convertirá en su cómplice.
Cada minuto de película tiene un giro. Es decir que pasados estos minutos iniciales, todo lo que se analice contando escenas es avanzar demasiado sobre la trama. Como el afiche lo muestra, también hay una niña. Esa niña, que es reacia a hablar, cree que Nicola es Papá Noel y le pide que le cumpla los deseos de su lista. Entre el violento policial de los adultos y el espíritu liviano de la relación entre el delincuente y la pequeña se desarrolla el resto de la película.
Lo mejor que tiene es la tensión. Una serie de recursos inteligentes y una puesta en escena correcta permiten que la película nunca aburra, que aun lo que nos molesta sea motivo de interés. Indiferencia no produce, eso seguro. Si tiene muchos diferentes momentos y elementos de incomodidad. No porque sean perturbadores, algunos lo son, sino porque las obviedades se multiplican. Las pistas, que son docenas, acerca del muy previsible final, son una notable subestimación al espectador.
La parte ligera de la película, aun sabiendo la oscuridad que rodea a estas escenas, funciona porque Diego Peretti hace lo que quiere y cambia de tono sin problemas. Su talento es claro, es comediante y también es un personaje oscuro. Demasiado oscuro para ser tan amable, demasiado amable para ser tan oscuro. Hay que perdonarle a la película sus arbitrariedades. La mayoría son para entretener.
Pero en su búsqueda de humor negro, denuncia, comedia tierna, cuento navideño, policial y film de suspenso la película deja cabos sueltos, se carga personajes sin medir las consecuencias, salta la lógica y fuerza la máquina al máximo. Los flashbacks están muy mal y el recurso del video del casamiento es insólito. El villano es tan villano que no se le permite nunca tener matices, algo que sí tienen los otros personajes. El entretenimiento se impone, pero no resiste un análisis en profundidad. Para el cine argentino entretener nunca fue una prioridad, tomemos como algo positivo que para algunos directores sí lo sea.