Bastante difícil, pero ciertamente necesaria, es la visión de La noche más larga, la película cordobesa que testimonia, desde la ficción, pero también con imágenes de archivo, el caso verídico de Marcelo Mario Sajen, el mayor violador de la Argentina.
La historia en sí, de no ser porque la Argentina evidentemente da para todo, parece increíble.
Se estima que Sajen violó, entre 1985 y 2002, a 93 jóvenes en la ciudad de Córdoba. Nadie podía dar con el depravado, ni ante las denuncias de las mujeres.
E, increíblemente, hasta el año 2003, nadie las vinculaba entre sí.
La película tiene una factura técnica envidiable. Hay una idea desde la concepción de los títulos que abren el filme, con máscaras rotas yuxtapuestas a lágrimas o una lengua que brota de la boca. Son imágenes fuertes, pero que no tienen parangón con las que se verán no mucho más adelante.
Tal vez el director Moroco Colman sintió que era imperativo, pero ciertamente no era imprescindible mostrar los genitales del violador en primer plano, o algunas escenas de sexo oral que ante la repetición, además de molestia algunos espectadores, pueden generar distancia desde la platea.
Encarnado por un Daniel Aráoz -hoy en Masterchef Celebrity Argentina- lógicamente corrido del personaje de comedia que suele interpretar -aunque con la fiereza de, por ejemplo, El hombre de al lado, de Duprat y Cohn-, el actor está casi el 90% de la proyección en pantalla. E infunde, además de temor, asco.
No habrá sido fácil para el cordobés, premiado en el Festival de Oldenburgo (Alemania) por su interpretación, el año pasado, y visto en La odisea de los giles, construir semejante papel. Pero logra lo que decíamos arriba: generar rechazo.
Se supone que en realidad Sajen violó al doble de jóvenes, ya que no todas habrían radicado la denuncia, no solamente por las amenazas del energúmeno, sino también por el qué dirán, el pudor o el miedo a estigmatizarse.
La película de Colman transcurre, básicamente, de noche. Y sigue el modo de accionar de la bestia, que solía actuar cerca del Parque Sarmiento, en Córdoba capital.
Las agarraba -en su mayoría eran estudiantes que iban o regresaban de la Ciudad Universitaria-, les decía que si se resistían las “cortaría toda”, les ordenaba "Abrazame como si fueras mi novia” si pasaban cerca de alguien, y por lo general terminaba con un “No me mires si no querés que te mate”. Luego las llevaba varias cuadras caminando hasta una zona solitaria donde las sometía.
En la mirada de Colman está clara la revictimización a la que se sometía a las jóvenes al hacer la denuncia. Y también, hacia el desenlace del filme, la sororidad presente en las marchas, algunas exigiendo la detención del salvaje, y otras posteriores, por el Ni una menos y ya más cercanas por la Ley del aborto, tiñen el relato.
Hay algunos aspectos de la realidad que el filme decide pasar por alto, se presume que para centrarse en lo pérfido del personaje en cuestión. Como quién delató al violador, o que apresaron a otro hombre sospechoso que pasó más de 40 días preso siendo inocente, porque Moroco prefiere elegir el agobio.