El dilema del que mira
Se me ocurre que algunas películas merecen ser el disparador de un debate abierto y que, si bien un análisis crítico puede arrojar luz sobre el film, lejos está de poder alumbrar todas las problemáticas éticas, morales y socio históricas que puede conllevar. Por tal razón, y más allá del puntaje que aparezca arriba, sugiero que vean esta película junto a otros films como Faherenheit 9/11 de Michael Moore o la reciente Dirty wars de Rick Rowley. Pero vamos a la película nominada al Oscar, esta caza desesperada de Osama Bin Laden que implica La noche más oscura, de Kathryn Bigelow.
Hace unos años la directora estrenó Vivir al límite, una “pequeña” sorpresa. Un profundo estudio de personaje que transcurría en un escenario inestable donde el protagonista tenía la tarea de desactivar explosivos mientras intentaba sobrevivir en Irak, para encontrarnos con que después de todo es la vida ordinaria lo que más le aterraba. Allí se dibujaba un escenario sombrío del proceso de alienación que provocaba un conflicto bélico y se sumergía en la alucinación progresiva que conllevaba estar inmerso en un escenario violento. Era una película ambigua y fascinante que se definía en un registro sobrio, casi documental, que se cerraba en un personaje. ¿Por qué mencionar Vivir al límite como referencia? Porque implicó un quiebre estético para la directora y marcó varios de los elementos que se ven en La noche más oscura. Sin embargo, esta vez el resultado no resulta tan redondo.
Así como en Vivir al límite hay un personaje que domina la escena, Maya, interpretada por Jessica Chastain. Esta joven agente de la CIA se dirige a Paquistán para colaborar en la caza de Bin Laden y sobrelleva varias dificultades hasta que logra hacerse valer y, finalmente, consigue su objetivo. En el medio participa de escenas de tortura, pierde a algunos compañeros en atentados y es despreciada por sus colegas. Aquí está el punto más alto del film, el retrato del drama humano, el punto de vista de alguien que está sujeto a finalizar una tarea utilizando cualquier medio necesario, pero en el que ocasionalmente asoma la duda respecto a los métodos (con una sutileza que Bigelow trabaja con maestría).
Pero, hay diferencias importantes respecto a Vivir al límite. La película arranca con una pantalla negra y se escuchan las voces de víctimas de los atentados a las Torres Gemelas en 2001 e inmediatamente después, sin que podamos ver otra imagen, hay un corte agónico y somos parte del primer segmento de la película, con una minuciosa secuencia de tortura. Es interesante plantearse esto: ¿por qué elige luego de una introducción donde se escuchan víctimas, poner una secuencia de tortura a un presunto colaborador árabe para arrancar la película? La respuesta parece encontrarse en que se trata de un contrapeso. Ante el horror del atentado, Bigelow contrapone el horror de la tortura, el método para conseguir las pistas necesarias para cazar a quien causó el luto con el que comienza el film. Aquí la directora necesita “compensar”: la escena de tortura no sería aceptada de la misma manera si el montaje no nos hubiera concedido las voces de la introducción. Entonces surge una de las preguntas clave que han rondado bastante en torno a la película: ¿legitima Bigelow el uso de la tortura? Y… es difícil responde esto. Podríamos entender que, después de todo, no es lo que se obtiene a través de la tortura lo que termina llevando a Bin Laden y el uso de otros métodos terminan siendo más efectivos. Pero el contrapeso de la introducción sí parece decir que se legitima la forma en que actuaron quienes ejecutaron las torturas, después de todo esa era la herramienta. Por decirlo de otra forma, Bigelow rechaza a la tortura como método, pero entiende que fue una herramienta necesaria cuando se pone en contexto.
Y esto nos lleva a un segundo contrapeso, que resulta un tanto más problemático. Luego del sufrimiento de años, Maya tiene la pista y recibe la orden de llevar a cabo la caza definitiva de Bin Laden. Y luego la película se desconecta del personaje. Lo que tenemos ahora es a un montón de soldados emprendiendo su marcha a través de la oscuridad para cazar al “objetivo”. Este cambio de punto de vista no sólo resulta incoherente con la película sino que nos pone en la piel de personajes por los cuales resulta casi imposible sentir empatía. Es así que por unos largos minutos se abandona la ansiedad y los nervios de la protagonista para ponernos en una situación que resulta completamente extraña dentro de la película. ¿La razón de esto? Pues mostrar el momento de la caza de Bin Laden para compensar los años de sufrimiento de Maya. Resulta catártico, pero en el peor de los sentidos: ya no está la sutileza del drama humano de Maya sino el accionar de los soldados ejecutando todo a su paso para cumplir la orden y matar al “sonuvabitch”, incluso rematando y permitiéndose la emoción en el momento en que se logra fusilar al objetivo.
Finalmente resulta casi inevitable hablar de un apartado como el sonido. A diferencia de Vivir al límite, que era más atmosférica que climática, aquí tenemos un trabajo de Alexandre Desplat que es todo lo contrario. Los tonos pretenden acompañar el drama y lo subrayan poniendo en evidencia un artificio que jamás se palpa desde lo visual, generando un raro contrapunto entre planos documentales y melodías que son de otro registro.
No cabe duda de que es una película atendible, pero aquí el drama humano que Bigelow es tan capaz de retratar parece estar vulnerado por una estructura donde se privilegia mostrar antes que sugerir, deshaciendo de esta manera varios de los elementos más favorables de la película.