Guerra (cinematográfica) contra el terrorismo
La noche más oscura (Zero Dark Thirty), de Kathryn Bigelow, recientemente estrenada en nuestro país, muestra al equipo de “inteligencia” que, en operación secreta, encontró y asesinó a Osama Bin Laden el 1° de mayo de 2011. En dos (largas, densas, oscuras) horas y media, se ve a Maya (Jessica Chastain), agente “novata” de la CIA, seguir obsesivamente las pistas que terminarán descubriendo al oculto líder de Al Qaeda.
Claro que “las pistas” surgen, como en la realidad, no sólo desde el monitoreo y la vigilancia más elemental (satélites, cámaras, teléfonos “pinchados”), sino de la tortura.
Tras su estreno en algunas salas “selectas” en EE.UU., desató una gran polémica acerca de la apología sobre la tortura utilizada por la CIA y los militares: cómo Bigelow y el guionista Marc Boal (periodista “empotrado” al ejército yanqui en 2004 en Irak) la presentan, la justifican, como consecuencia directa (“inevitable”) de los atentados a las Torres Gemelas el 11S (la película comienza con los audios de los ataques terroristas para pasar de ahí al cuarto de una “zona negra” donde se tortura a un prisionero ligado a Al Qaeda: submarino, golpes, humillaciones y un brutal encierro).
La película, nominada para 5 premios Oscar, incluso generó discusiones en la Academia de Hollywood: el actor David Clennon, hizo público su rechazo: La noche más oscura “no admite en ningún momento que la tortura es inmoral y criminal”. Y, por otra parte, los republicanos denunciaron a Obama y los demócratas por facilitar “secretos de Estado” a Boal y Bigelow –se admitió una reunión de 45 minutos de éstos con el jefe de operaciones especiales del Pentágono, Michael Vickers–; mientras que Leon Panneta, secretario de Defensa, dijo que es “una buena película”, y que “ciertos pasajes dan una imagen fiel de cómo funcionan las operaciones de inteligencia”. Sobre estas “técnicas de interrogatorio bajo presión” dijo: “Es indiscutible que algunos elementos (las pistas sobre el paradero de Bin Laden) son resultado de algunos de esos métodos”.
El Pentágono admitió tener estrecho contacto con Hollywood cuando el “producto” toca estos temas (políticos, militares, históricos), y más aún si es un producto masivo (“asesoraron” también en las películas Transformers y El hombre araña). En este caso ¡se trataría de salvaguardar “la imagen” de agentes y soldados en la cruzada del imperialismo yanqui contra el “terrorismo global”!
Bigelow se defendió diciendo que “mostrar no es avalar”… pero esa supuesta “imparcialidad” u “objetividad” se muestra falsa, imposible, cuando se observa cómo decide la directora mostrar la búsqueda de Bin Laden: por medio de personajes “sensibles” (indignados y dolidos por el 11S, en un continuum de ataques terroristas con bombas en varios países y ciudades), patriotas, realistas y, al mismo tiempo, “profesionales”… ¡Incluso los intentos de “humanización” de algunos personajes llegan a la cima (de la ridiculez) cuando otra mujer de la CIA es capaz de cocinarle una torta a un supuesto informante árabe para agasajarlo! Si a esto sumamos las declaraciones de Bigelow (“una historia de determinación”; “un homenaje real a los hombres y mujeres en la comunidad de Inteligencia, que obviamente tienen que, por la naturaleza de su tarea, trabajar en absoluto secreto”; “una muestra de respeto y gran gratitud”) está claro que hay una total empatía e intencionalidad de mostrar dos bandos, donde los norteamericanos son (una vez más, y van…) “los buenos”.
La noche más oscura, al proponer, sea o no verdad, como protagonista que dirigió la operación, a una mujer, utiliza lo que se suele llamar “políticamente correcto” (“No imagino que las mujeres no puedan ir al frente de batalla”, dice Bigelow, en el mismo sentido –imperialista– del “quiero ver a más mujeres competir por las posiciones más altas” de la ahora ex secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton). Lo mismo hizo Hollywood en 2010, al entregar el Oscar como mejor directora –el primero en la historia adjudicado a una mujer– a la misma Bigelow por Vivir al límite (reseñada en su momento en LVO Nº 368), otra película que intenta “humanizar” una invasión militar imperialista: la ocupación de Irak.
¿Ganará el Oscar como “mejor película”? Más allá de los premios y debates, es un buen “ejercicio” comparar La noche más oscura con la película (mucho menos publicitada y difundida) El camino a Guantánamo, de Michael Winterbottom y Mat Whitecross. Basada en testimonios reales (como el del documental A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo), con imágenes duras y contadas desde el punto de vista de cuatro jóvenes de origen árabe residentes en Londres, está mucho más cerca de la verdad que cualquier (maniqueo) “éxito” (bélico) hollywoodense.