Cuatro años después de haberse convertido en la primera mujer en ganar el Oscar con Vivir al límite , Kathryn Bigelow redobla la apuesta con otro crudo, estremecedor retrato de los horrores físicos y psíquicos de la guerra. En este caso, claro, ya no con la descripción de la labor cotidiana de los expertos en desactivar bombas, sino con la reconstrucción de un caso real con muchas mayores implicancias políticas: la caza de Osama ben Laden.
Este nuevo film también escrito por Mark Boal arranca con los atentados de 11 de septiembre de 2001 y culmina con el asesinato del temido terrorista en Paquistán una década más tarde (operación condensada en una extraordinaria secuencia final de 35 minutos en la que Bigelow ratifica su proverbial capacidad para el cine de acción).
Sin embargo, el verdadero corazón de la película no es ése sino la historia de Maya (la notable Jessica Chastain), una agente de la CIA que se dedica de manera obsesiva a buscar pistas, reunir evidencias, analizar (comparar) testimonios hasta encontrar esa aguja en el pajar que permita llegar hasta el líder de Al-Qaeda. La protagonista absoluta del relato está muy lejos de ser la típica heroína hollywoodense: se trata, sí, de una mujer tesonera y eficaz, pero también de un ser gris que resigna por completo su vida personal y trata de subsistir en un entorno mayoritariamente masculino.
Y aquí entra a tallar el tema más controvertido del film: la tortura. La noche más oscura dedica muchos minutos sobre todo en la primera mitad a describir de manera bastante gráfica las crueles sesiones de vejámenes a las que son sometidos aquellos sospechosos de integrar el grupo terrorista. La película se plantea (y nos plantea) hasta qué punto son aceptables las peores de las humillaciones si se cometen con un fin "superior". Bigelow y Boal exponen el dilema moral sin sensacionalismo, sin manipular ni inducir al público, que será quien saque sus propias conclusiones.
Para aquellos que piensen que se trata de un mero film patriótico que reivindica el accionar de su gobierno, bien vale indicar que en un momento los agentes de la CIA escuchan atónitos en la TV un discurso en noviembre de 2008 en el que el presidente Obama asegura: "Lo dije repetidamente, Estados Unidos no tortura". No hacen falta comentarios. Las miradas de los personajes lo dicen todo.
La trama -que en determinados momentos puede resultar un poco intrincada y tortuosa salta de época y de lugar (hay escenas ambientadas en múltiples países), pero es la impecable (por lo contenida y al mismo tiempo desgarradora) actuación de Chastain la que sostiene el interés. También se lucen en decisivos personajes secundarios Jennifer Ehle (una colega de Maya) y Jason Clarke (un experto en interrogatorios).
La fotografía en pantalla ancha de Greig Fraser le otorga a La noche más oscura la potencia visual que una película de estas dimensiones y ambiciones exigía. Bigelow y su equipo han concebido un contundente, quirúrgico y fascinante film sobre la venganza (que es el eje también de otro estreno de hoy, como Django sin cadenas, de Quentin Tarantino). Si esa revancha es moralmente aceptable en los términos que se plantean es algo que cada espectador deberá preguntarse y, en lo posible, tratar de responderse.