Cuando una película se ocupa de reflejar toda una serie de acciones ilegales realizadas sistemáticamente a lo largo de años y años por un grupo de profesionales que bajo el amparo de instituciones gubernamentales tienen como único objetivo aplicar la “ley del talión” de forma paralela a un sistema donde rige la democracia, estamos hablando de algo mucho más que cine.
Hablamos de una crítica social, una denuncia explicita sobre hechos concretos, sobre los cuales existe una sola duda (acerca de la veracidad de su desenlace) pero abundan las certezas (los modos de actuar y sus consecuencias).
No resulta llamativo que al hablar de “La noche más oscura” aparezcan las voces críticas de aquellos que tienen sus dudas sobre la muerte de Bin Laden, como así también de esas personas que interpretan instantáneamente la aparición de soldados y fuerzas de inteligencia norteamericanas en una película como un mensaje a favor del accionar militar de aquel país.
Si llama la atención, en cambio, que haya voces que basen su crítica negativa del film en pretextos tales como su extensa duración, la sobrevalorada actuación de su protagonista, su falta de acción y ritmo.
Pareciera que tanto los primeros como los segundos parecen estar completamente mal ubicados a la hora de analizar una película tan compleja, tramposa y políticamente incorrecta que trata sobre temas muy calientes por su cercanía en el tiempo y por sus efectos que todavía siguen generando acontecimientos en la actualidad.
“La hora más oscura” de Kathryn Bigelow es un notable trabajo por parte de la realizadora que deja en evidencia las mediocres y pasivas miradas que existen hoy en día, en todo el mundo, sobre la política militar de los Estados Unidos.
Tan mediocres que todavía permiten que una de las potencias del mundo ejerza en un periodo de casi 10 años una cacería humana con un final tan previsible, que rompe además con todos los límites aceptados por organizaciones mundiales, y encima está financiada con dinero de personas que viven en una falsa ilusión de país modelo, igualitario y democrático.
El merito de Bigelow es mostrarte la impunidad y normalidad con la que agentes de la CIA trabajaron en los últimos años para encontrar a una persona, utilizando no solo métodos inhumanos como la tortura, sino también siendo cómplices y responsables de crímenes, para posteriormente llevar adelante la organización sistemática, planificada y avalada por el presidente Barack Obama de un crimen justificado solamente por los deseos de venganza.
Ahí también encuentro otro punto de discrepancia con aquellos que tildan a esta película como partidaria al actual presidente demócrata de los Estados Unidos, ya que la película en todo momento hace referencia a la importante participación que tuvo Obama en esta operación militar.
Si bien el film se encarga de dejar en claro que el reflejo de su parte más polémica (la de las torturas y los crímenes) tiene lugar durante la presidencia de Bush, también es muy concreto al mostrarnos que durante la presidencia de Barack esta cacería humana cambió los modos de actuar pero la necesidad de cumplir sus objetivos seguían siendo las mismos, incluso con más presión política de por medio.
Toda esta crítica, este crudo reflejo que muestra años y años de violencia y asesinatos en el exterior como una política de estado de los Estados Unidos, Bigelow lo acompaña con un apartado técnico notable, que al igual que en su anterior trabajo es merecedor de ser disfrutado en las mejores condiciones que pueda ofrecer la pantalla grande.
Una actuación más que convincente de su protagonista Jessica Chanstain, quien sobre el final deja caer una pequeña cuota de humanidad que busca lograr el mismo impacto que el del protagonista de “The Hurt Locker”, más un ritmo constantemente en crecimiento de esta trama de suspenso que nos deposita en una media hora final soberbia y técnicamente apabullante, hacen a “La noche más oscura” una de las grandes producciones de este año.
Kathryn Bigelow demuestra, nuevamente, que es la voz independiente más incendiaria que existe en el cine moderno.