Bastardos con gloria
Kathryn Bigelow supo ganarse el prestigioso lugar que ocupa hoy en la industria del cine a base de películas en donde el pulso narrativo estaba sustentado por una interesante ambigüedad. En Vivir al límite, su muy galardonada película previa, mostraba como contar algo desde un único punto de vista no necesariamente significaba adherir a ese punto de vista.
Nada más alejado de su último trabajo. La noche más oscura es su película más clara, y abyecta, porque amparada en ese lugar ganado amaga con generar alguna polémica y termina avalando todo lo que podría llegar a condenar (tibiamente). La CIA tortura, sí, pero solo a gente malvada que se lo merece, y que de paso termina brindando una información muy útil para el fin que justifica todos los medios, cazar y aniquilar al mismísimo Osama Bin Laden.
Por las dudas, se aclara que desde la llegada de Obama se terminó con eso de las torturas. Que los responsables de esos actos sigan ocupando posiciones cada vez más importantes parece un detalle menor. Y que los centros clandestinos de detención sigan multiplicándose por el mundo es apenas un mal necesario.
Hay, claro, talento para la puesta en escena, rigor para ser verosímil, buena edición de imagen y sonido y un ritmo lento pero sostenido para generar un continuo estado de alerta. Pero todo en función de contar la historia de gente que, con semejante y temible poder de decisión, nos da la pauta de que la noche más oscura es la que aún está por llegar.