Hasta las Últimas Consecuencias…
La Noche más Oscura ha desatado, como era de preveer las más severas polémicas en los Estados Unidos. Antes de su estreno comercial, el nuevo film de Kathryn Bigelow venía llevándose los mayores reconocimientos de la crítica internacional, que destacaba el gran manejo e intuición de su directora para llevar adelante un thriller político sin dejarse tentar por tomar partido.
Sin embargo, tras las primeras exhibiciones para el público, un sector conservador se sintió “tocado” por la violencia inferida y la exposición de escenas de torturadas perpetradas por la CIA sobre los “terroristas”. Ahora, si bien la ultraderecha empezó a manifestarse en contra del film por mostrar aquello que el gobierno estadounidense siempre negó, pero todo el mundo sabe; la izquierda leyó que la posición de Bigelow ante los hechos que muestra en el film tiene fines patrióticos o propagandísticos, e inclusive partidistas del gobierno de Obama, y no demasiados críticos con el gobierno de Bush Jr.
Es irónico, pero se vuelve a abrir un debate pendiente desde el estreno de Vivir al Límite, laureada obra de Bigelow que mostraba la adicción y obsesión de un soldado desarma bombas durante la guerra de Irak, sin concebir un juicio de valor, sino retratando un trabajo de riesgo.
Cada individuo tendrá su opinión si la función de un cineasta es tomar partido y tener un discurso aleccionador que brindar o limitarse a narrar los hechos en cuestión con la mayor objetividad posible y dejar que el espectador establezca la balanza moral sobre lo que está bien o está mal, si el fin justifica los medios, o si todo es una excusa para mostrar el poder del imperio estadounidense a través de la violencia, el sadismo o la fuerza.
Lo que yo pienso es que las películas hablan solas. Que un director, como bien indica la palabra dirige su obra para que cada espectador le de una lectura diferente contemplando su cultura y educación. Que Bigelow tiene mucho más pelotas que la mayoría de los directores de todo el mundo para enfrentarse contra la opinión pública y las dogmas didácticas de la industria del cine es innegable. Y lleva su mirada con mucha inteligencia a sus personajes. Porque más allá de la política, del punto de vista, del hecho verídico per sé, se encuentra una gran narradora, una directora con mirada de autor, que no solamente tiene un pulso tremendo a la hora de llevar adelante un relato complejo que atraviesa diez años de búsqueda, que tiene muchos personajes, nombres, lugares involucrados, negocios, atentados, y trata de comprimir todo en una obra de dos horas y media sin descanso con feroz ritmo y adrenalina, estética con cámara en mano, sino que además nos demuestra que esos personajes son personas reales. No porque se inspiren o basen en alguien de verdad, sino porque viven, transpiran, sienten. Por que cuando están trabajando representan un papel, pero fuera de la oficina, necesitan descansar, tienen dudas. Y no solamente de un solo bando, sino que ese pensamiento se aplica tanto para los terroristas de la CIA como de Al Qaeda. Por Bin Laden era un hombre, que sangraba y no tardó en morirse como los villanos duros de matar de cualquier película. Por que los “buenos” también mueren enseguida en la vida real, porque no hay heroísmo en la victoria y porque la victoria es relativa y no pertenece solo a los soldados.
Hay dos películas que se me vienen a la mente para comparar La Noche más Oscura: la primera es Red de Mentiras, una floja obra de Ridley Scott que mostraba con demasiada espectacularidad y la ironía de Russell Crowe y Leonardo Di Caprio, las mentiras de la CIA, con una inocencia atroz. En cierto aspecto, La Noche más Oscura pretende ser una versión más severa, realista y dramática de los mismos acontecimientos (pero actualizada en el final). La segunda película que demuestra que la guerra se pelea más desde una oficina que desde el campo de batalla es el clásico de Stanley Kubrick, nunca tan oportuno, Dr. Strangelove. En dicho film, se ironiza sobre la influencia que tienen (o no) las salas de guerra sobre los resultados de las mismas (“gente, no se pueden pelear, estamos en la sala de guerra”). Se podría nombrar también a Fail-Safe – clásico de Sidney Lumet a la que satiriza Kubrick.
Pero también tiene grandes secuencias de suspenso y acción. En los momentos más tranquilos o de aparente calma, Bigelow sorprende aún cuando el que recuerda los hechos, sabe que los personajes no están a salvo, pero la directora nos convence tanto de la ficcionalización de hechos recientes, que nos olvidamos que todo fue real por algunos instantes. Si en el medio se pone un poco dialogada – al estilo Syriana – consigue dar un quiebre para no generar monotonía. A la vez, la última media hora, consigue cautivar con una dosis de tensión como juego en primera persona, a la que aplica un pequeña dosis de ironía para no caer en la solemnidad.
Y sin embargo, sus películas siguen siendo obras sobre personajes obsesionados que luchan por un objetivo hasta las últimas consecuencias, que son adictos a sus trabajos, a sus misiones, más allá del dinero, del amor, de las órdenes o de la patria. Es un tema personal para el personaje de Maya – interesantísima actuación de Jessica Chastain, aunque un poco sobrevalorada – atrapar a Bin Laden. Ese comportamiento lo podemos en ver Keanu Reeves en Punto Límite – como la obsesión por atrapar a un criminal lo convierte en su aliado – la obtención de justicia y de verdad para Jamie Lee Curtis en Testigo Fatal, descubrir un crimen y defender un invento hasta las últimas consecuencias en Días Extraños, defender un submarino nuclear como si fuera un hijo en K19 o seguir desarmando bombas hasta la muerte en Vivir al Límite. Los personajes de Bigelow no descansan hasta conseguir lo que desean… no tienen moral, no tienen sentimientos, no se quiebran. Y Maya es un reflejo de la personalidad de la directora también (igualmente el análisis definitivo de la filmografía de ella se lo dejo a mi colega Matías Orta).
Por eso, a pesar de que La Noche más Oscura no se puede clasificar como una de las obras más personales de su directora ni tampoco se puede decir que se involucra en el sentimiento de adicción a la violencia con la profundidad y ambigüedad psicológica que tenía Vivir al Límite, porque no consigue decidirse si quiere quedarse solo con Maya, o contar absolutamente todos los hechos terroristas o que de alguna manera involucraron a la CIA desde el 2004 hasta el 1º de mayo del 2011 - que es lo que termina siendo – Bigelow consigue que el dispositivo que arma siga teniendo su firma.
Porque más allá de las ambiciones, de las contradicciones ideológicas, del patriotismo, la crítica, la ironía o la propaganda, La Noche más Oscura es un relato clásico sobre una protagonista que tiene una misión y desea cumplirla hasta las últimas consecuencias, no porque quiera, no porque necesite la recompensa, la venganza, la sangre, sino porque es su trabajo y no sabe hacer otra cosa.
Y Kathryn BIGelow podría amagar con hacer obras más suaves, reflexivas y dramáticas a esta altura de su vida y de su carrera. No necesita seguir demostrando que en un género históricamente dominado por los hombres, una mujer puede hacer LA película definitiva que cierra la guerra de Irak y la muerte de Bin Laden. Pero lo hace, porque es lo que mejor sabe hacer y no se va a detener ante nada para conseguir la mejor película posible. Y les aseguro que lo logra.