Mucho más que un film de espionaje film de espionaje
Profesional, implacable, rigurosa... son algunos adjetivos que definen la obra de la directora Kathrine Bigelow, quien se ha ganado un lugar destacado en un mundo de hombres, igual que la protagonista de su última película, una agente de la CIA que interpreta Jessica Chastain (Maya) quien durante una década vive exclusivamente para un único objetivo obsesivo: encontrar a Osama Bin Laden entre una red de informaciones falsas y datos cruzados.
El cine de Bigelow tiene el mérito del sello propio, alejado de clichés y convenciones, particularmente a partir de sus dos últimas películas que renuevan al cine de espionaje y terrorismo con una narración que participa valientemente del periodismo de investigación, donde los guiones de Mark Boal parten de testimonios directos de hechos reales que Bigelow sabe poner en escena con solidez admirable entre el ruido, la furia y los interrogantes de la razón.
En “Zero Dark Thirty” el relato comienza con la pantalla en negro y la invocación sonora del atentado a las torres gemelas. Desde ese emblemático arranque en 2001, abarca una década que finaliza en el momento que da título al film, enfrentado al desafìo de su propia estructura que va a desembocar en un desenlace conocido de antemano y que debe resolverse cinematográficamente, lo que se alcanza fundamentalmente desde un montaje paralelo trabajado con maestría. El film combina conversaciones en despachos de Washington con escenas de acción, y alcanza un clímax muy alto en su última media hora, con un gran manejo del tempo y el suspense.
Definidos por sus acciones
Poblada de personajes duros, fríos, resbaladizos, esta película no es una frazada cómoda para nadie. Bigelow construye sus criaturas exclusivamente a través de la acción. No hay ninguna prehistoria para esta agente de la CIA, nada que explique la interioridad de los personajes, que no hablan demasiado sino que se definen por sus acciones, como la protagonista, sin vida propia más allá de la adrenalina de un objetivo obsesivo. Hay más de una semejanza con el desactivador de bombas de “Vivir al Límite” (“The Hurt Locker”, 2008) y el proceso de deshumanización que desgasta los días de Maya, esta profesional del espionaje interpretada por Chastain, quien sabe darle pequeños matices casi imperceptibles a su personaje, para exteriorizar una dureza encubierta de fragilidad, particularmente en su mirada siempre atenta y siempre curiosa pero de una frialdad seca y cortante.
Hija de la democracia
Paradójicamente, el gran aporte de la película es completar muchos baches informativos silenciados por el mismo país del que proviene. Siempre en una tensa calma, al borde del estallido, el film recorre el inquietante arco histórico que va desde el 11-S hasta la muerte de Bin Laden y, casi una década después, nos muestra la lucha de EE.UU. en esa guerra contra el terror, donde cada logro no se obtiene sin ensuciarse las manos. “La noche...” narra con la precisión de un cirujano y alcanza el clímax en la secuencia del asalto a la casa de Bin Laden, llena de acción y un verismo casi documental, sobre todo en su última media hora.
Con un estilo punzante que no elude la crueldad sino que la muestra -con frialdad ascética- en las prisiones no identificadas, en las vejaciones y coacciones a los detenidos, de forma suficiente pero también distante de conclusiones morales que deja a cargo del espectador, salvo las miradas y el llanto de mujeres y niños inocentes registrados con notoria intensidad.
Entrar al cine de esta realizadora implica participar de una descarnada pero necesaria conciencia, tanto como del escepticismo y convulsión en que se encuentra sumergido el mundo actual, al que expone iluminando los rincones más oscuros de la política internacional estadounidense, al punto de ser la película alrededor del 11-S más importante de la actual ficción americana.