Ópera prima de Cecilia Atán y Valeria Pivato, "La novia del desierto", es una propuesta cálida que dispara varias aristas alrededor de una mujer que a su edad adulta debe iniciar un nuevo rumbo en su vida. Que nunca es tarde para comenzar de nuevo. Que a veces los sacudones son buenos para despabilarse y buscar otros horizontes.
Atán y Pivato eligieron para su ópera prima, "La novia del desierto", tomar como protagonista a un personaje que difícilmente veamos estelarizar en demasiadas películas. Una mujer que ya pasó los cincuenta años, que no hizo mucho con su vida personal, entregándosela a los demás, con mucho miedo de vivir, y sin un claro ímpetu para patear el tablero.
Sin embargo, aun teniendo a un personaje central calmo y callado, ésta es una propuesta amable, con mucha calidez, y que dibuja una sonrisa cómoda en nuestro rostro.
Teresa (la chilena Paulina García, a quien hace poco vimos como la presidenta de ese país en "La Cordillera") vivió toda su vida laboral como una empleada doméstica cama adentro en una casa de Buenos Aires. No sabe hacer otra cosa que complacer a esa familia con un trato de condescendencia. Pero la casa se vende, y Teresa ya no tiene familia a la que consentir. Una mujer sin vida propia que emprende un viaje en ómnibus volviendo a su tierra.
En el camino del desierto de San Juan el ómnibus se avería, y al bajar termina en medio de la feria ambulante alrededor de la devoción por la Difunta Correa. Mezclada entre la multitud que desconoce, extravía su bolso en uno de los puestos, y tendrá que hacer algo para recuperarlo. Es así como conoce a “El gringo” (Claudio Rissi), un puestero que la ayudará a dar con el bolso, pero en el mientras tanto, no hace más que retrasarla en su destino.
"La novia del desierto" es una road movie atípica. Atípica porque no se establece tanto en un largo trayecto, sino en un punto entre el viaje. Porque sus personajes no son “aventureros” que quieren emprender una gran travesía, ni hay algo interno que cumplir que los impulse a llegar. Su protagonista no tiene un rumbo, y ese desierto sanjuanino quizás sirva como inspiración para saber qué es lo que quiere. Teresa y El gringo son personajes diferentes.
A ella se la nota tímida, callada, temerosa de afrontar esta etapa nueva. El gringo es 100% carisma, un espíritu libre, algo embustero, probablemente lo que Teresa necesita. La novia del desierto, plantea la historia de esta mujer que necesita saber qué va a hacer con su vida, plantea sutilmente un dilema de diferencia de clases, y también nos presenta una tierna historia de amor mayor.
Esa mixtura entre diferentes aristas será lo que haga que nunca se pierda la atención, sumado a la belleza del paisaje (no tan tradicional como lo que siempre vemos en una road movie local con el sur o el norte como estrellas principales).
Paulina Garcia es una actriz excepcional, Teresa es de esos personajes que caen simpáticos en su medio tono, su cotidianeidad, y la actriz de Gloria lo compone con soltura y compromiso para calzarse un protagónico fuerte. Claudio Rissi es uno de los mejores actores argentinos. De amplia trayectoria teatral, sabe como nadie llevar a buen puerto estos personajes pícaros, de moral dudosa pero compradores. Es difícil imaginar a El gringo interpretado por otro actor.
La química que nace con García es fundamental para que la propuesta fluya naturalmente. Sin apurarla, con un montaje suave, y buen apoyo en la banda sonora, Atán y Pivato lograron una película simpática y con mucho mensaje por detrás. "La novia del desierto" es ese tipo de películas que tienen su público asegurado, aquel que no busca adrenalina, y prefiere el peso de una buena historia detrás.
La buena sensación que nos rodea luego de verla nos habla de un primer paso para estas directoras más que correcto.