El desvío y el milagro
Es inevitable recordar o al menos tomar como referencia el modelo narrativo de películas como Historias mínimas, o Las acacias, al tomar contacto con la propuesta de La novia del desierto. Básicamente porque en las tres películas predomina una energía depositada y confiada a los personajes y a la anécdota, que se expande hasta convertirse en una mini épica de lo cotidiano.
Y es precisamente en la forma de road movie donde este tipo de aventura del alma encuentra los caminos para explotar, a veces también en el azar como denominador común de vínculos entre personajes que de otra manera sería fatigoso construír, o por decirlo de otro modo, un tanto artificioso.
Para el caso, el relato rápidamente encuentra su cauce al cruzar en el mismo camino a Teresa (interpretada con solvencia por la chilena Paulina García) y El Gringo (en la piel del gran Claudio Rissi). Ella, a sus 54 años, no conoce otra cosa que la vocación de servicio como doméstica de una familia de Buenos Aires y él no ha experimentado la sensación de pertenecer a algún lugar, con la ruta como espacio vital para su desarrollo económico y sustento de vida como puestero ambulante.
En San Juan, provincia a la que Teresa llega como consecuencia de haber perdido su trabajo de décadas junto a la familia, se conocen. Pero las inclemencias del tiempo los separan, salvo la excusa de una búsqueda infructuosa cuando Teresa advierte que perdió su bolso en el trailer del puestero.
Esa doble excusa, la del film y la del guión, es precisamente el corazón de esta “nueva historia mínima”, donde las realizadoras Cecilia Atán y Valeria Pivato construyen el vínculo ideal para que dos almas solitarias vuelvan a confiar en las segundas oportunidades. Si eso obedece a un milagro o sencillamente a los deseos de cada uno, realmente importa poco para los fines de una anécdota que crece a medida que esa ruta se ensancha. La confianza en el otro es vital para conocer el pasado, pero sin aferrarse a ese estadío y con un incipiente carpe diem como único gps de este viaje.
La solidez narrativa de Una novia en el desierto es producto de una buena elección de la pareja protagónica, ambos logran ocultar y revelar el pasado como parte del misterio que hace mucho más atractiva la necesidad de conocerse para finalmente intimar o compartir, aunque más no sea, un camino diferente.