De Rusia con terror.
El género del terror es uno de los más vastos de la industria cinematográfica y este término es realmente preciso para referirse a estas películas que parecen ser producidas en serie dadas las similitudes entre las distintas propuestas y la enorme cantidad de ellas, tantas que muchas veces ni siquiera llegan a ser estrenadas. Por eso, cuando llegan al cine y, lo que es más, cuando su origen no es el tradicional hollywoodense, a prori podemos avizorar algo distinto. La Novia, dirigida y escrita por Svyatoslav Podgayevskiy es un film ruso de horror protagonizado por Victoria Agalakova, Vyacheslav Chepurchenko y Aleksandra Rebenok.
La historia se desencadena, en clave de flashback, a partir de una tradición rusa que data de mediados del siglo XIX y que suponía el uso de la fotografía para preservar las almas de las personas después de la muerte. Así, una vez consumado el deceso, se procedía a pintar los párpados cerrados del fallecido para generar la ilusión de que sus ojos estaban todavía abiertos y pasar luego a la segunda parte del asunto que consistía en fotografiar de esa particular manera al cadáver con el objetivo de encerrar su alma en el negativo de la película usada en la cámara. La tercera y más espeluznante fase del ritual daba fin al proceso cuando se encerraba y enterraba, junto al cadáver, a otra persona viva para que esa alma atrapada en el negativo pase a ocupar este nuevo cuerpo ofrecido en sacrificio.
Al tratarse de una tradición basada en hechos reales, la película logra atrapar la esencia de esa práctica y de lo que esta conlleva por medio de un caso particular en el que se puede ver el horror que implica llevar adelante los pasos del proceso descrito y, sobre todo, las consecuencias de haberlo hecho persiguiendo el desesperado objetivo de conservar con vida a un ser muy cercano. La estética, el vestuario y el halo de oscuridad visual que envuelve a esas primeras escenas funcionan muy bien para que el espectador se adentre rápidamente en ese mundo de resurrecciones forzadas y que prometen lo peor para sus implicados.
El problema es cuando volvemos al presente. La historia principal transcurre en la actualidad y tiene como protagonista a Nastya, una joven muy bella que está próxima a casarse con su prometido, un exitoso fotógrafo. Pero antes de la boda la pareja deberá pasar una breve estancia en la casa de la familia del novio para que se produzcan las presentaciones entre Nastya y sus parientes políticos. Casi no hace falta decir que la casa está ubicada en las afueras de un pueblo casi inhóspito, sus habitantes ya desde el vamos se comportan de una forma por demás peculiar y, para colmo de males, están vinculados por genealogía con el protagonista del ya mencionado ritual mortuorio del inicio de la película.
En términos narrativos, el film incurre en las inverosimilitudes comunes de este tipo de producciones, con protagonistas que toman decisiones, si bien racionales (cosa que acentúa su falta de juicio), pero que contradicen al sentido común más básico de cualquiera que sea testigo del contexto que los rodea y de los personajes que los circundan. Aliados que desaparecen, enemigos que aparentan serlo y luego lo confirman y la cuota clásica de pasadizos secretos, puertas ocultas y sueños perturbadores son solo algunas de las cosas que deberá enfrentar la joven Nastya mientras intenta agradarle a un grupo de personas de lo más desagradable pero que pronto será parte de su familia.
Predecible, poco original y con apenas un puñado de esas escenas de terror clásico que nos hacen dar el respingo en nuestros asientos, La Novia es solo una más en la larga lista de estrenos de terror que el cine contemporáneo tiene para ofrecer y que agradará a los amantes del género. Pero solo a ellos.