Basado en hechos reales, según reza la leyenda al principio de la proyección, este filme ruso es un producto de traslación hollywoodense, del mal cine producido en la meca del cine, porque también existe muy buen cine proveniente del país del mismo lugar.
Pero ese no es su único defecto, está plagado de ellos, alguno no le corresponde endilgárselo a la producción en si misma, sino a su efecto o defecto, por doblaje al inglés, en nuestras salas vernáculas.
Es que el mentado doblaje todo lo que ocasiona es que el sonido de las voces, porque los personajes hablan, se escuche despegada de la imagen, situación que uno cree que terminara acostumbrándose, pero finalmente no sucede.
Si esto se explaya en esa dirección es porque el filme arranca muy bien, con el establecimiento de lo que va a ser, que pudo haber sido, mejor expresado, pero no es.
Un médico ruso a fines de la mitad del siglo XIX cree haber descubierto, a través de las fotografías mortuorias el alma de los difuntos. El ritual que se estableció, según cuentan las malas lenguas, es el pintar ojos en los parpados de los fallecidos para darles imagen viva.
Cincuenta años después un fotógrafo de marras continúa con ese ritual, con su fallecida amada, pero da un paso más e intenta devolverla a la vida en el cuerpo de otra mujer, joven e inmaculada (lo de joven se ve, y lo creo).
Pero algo sale mal, se desata la maldición y se acaban las bondades de larealización. Pasaron cinco minutos desde que comenzó la proyección.
Con un salto temporal inexplicable estamos en la actualidad. Un fotógrafo, descendiente directo de aquél otro, lleva a su novia, joven también, no hablan de inmaculada, a conocer a su familia. Pero nada es lo que parece, la familia no es tan normal como se supone, los personajes no tienen la edad que manifiestan y el filme no es tan ruso, bueno, a partir de aquí nada ruso.
Ni desde el montaje, ni desde la estética, ni narrativamente, tampoco lo es el diseño de sonido, sólo es un catalogo de lugares comunes en todos y cada uno de los rubros ya vistos infinidad de veces.
El cuento que nos quieren contar es sencillo, Ivàn (Vyacheslav Chepurchenko), el fotógrafo, decide llevar a su prometida, Nastya (Viktoriya Agalakova), a la casa familiar donde creció para que no haya secretos entre ellos (JA!).
Entre sus familiares, destaca la constante presencia de su amenazadora hermana Liza (Aleksandra Rebenok), y sus dos gemelos, todos de pocas pulgas, que aparentemente, su sola presencia debería dar sino pánico, al menos miedo. Tampoco sucede.
Ya con todos presentados y accionando, Nastya sospecha que la calurosa bienvenida, muy al estilo de familia bien avenida, no es tal. El ritual está por iniciar y el destino parece inevitable para la no tan incauta y hermosa joven. “The rocky horror show” está por comenzar, pero nunca llegará.
Sí hay algunas escenas que mueven a risa, pero se siente forzado por el aburrimiento a que nos esta sometiendo.
Si a esto le agregamos que el filme termina, pero no el relato, cartón lleno, solo faltaba la inscripción de “Continuara…..”, pero eso hubiese metido miedo real.