Hasta que la muerte nos separe
Cuando hablamos de cine de terror, no es muy fácil despegarse de las películas provenientes de Estados Unidos, un país ya consolidado como la más potente industria cinematográfica del mundo. Luego está Japón, que hace años viene demostrando que puede producir obras maestras que son vistas por millones de personas. Pero también está Rusia, una región que a lo sumo tendrá unos diez films que marcaron un hito en este marco. Las primeras películas se filmaron allá por 1917 y luego, en la Unión Soviética, el género desapareció a raíz de políticas de gobierno prohibitivas. Sólo tuvo lugar en 1967 la adaptación de una novela corta de Nikolái Gógol, llamada Viy, Espíritu del Mal (Viy Вий ), de Konstantín Yershov. Posteriormente, se produjo más terror en el país con algunas pequeñas joyas que supieron ganarse su lugar; y hoy La Novia (Hebecta, 2017), de Svyatoslav Podgayevskiy, sorprende por un guión un tanto más acabado y mejor contado que la mayoría de las películas estadounidenses que llegan a Argentina.
Imperio ruso, mediados del siglo XIX. Los muertos por enfermedades de la época se inmortalizaban en imágenes. La extraña tradición promulgaba pintarles ojos en los párpados a los seres queridos fallecidos y fotografiarlos. El resultado final sería una impresión gráfica en la que parecieran estar vivos. En 1839, un fotógrafo se dispone a hacer lo mismo con su amada, y las cosas no salen como lo esperaba. En la actualidad, una joven pareja se dirige al mismo pueblo donde se llevó a cabo el ritual y entrará en contacto con una atmósfera enrarecida de costumbres, hábitos y fotos que no parecen de este mundo.
Podgayevskiy empezó con el pie derecho. Con la primera escena de la película ya introduce al espectador de lleno en un universo tenebroso, sin monstruos ni sangre pero con una factura técnica y un potencial artístico elogiables. El cuidado de lo estético, la adaptación de época, el trabajo de arte en el set y los recursos de fotografía hacen que La Novia no tenga nada que envidiarle a Hollywood. Si bien conserva los rasgos típicos de una película del género, en varias ocasiones se nota su corrimiento de los cánones estadounidenses. Por su parte, el estilo gótico y ciertos elementos que recuerdan al expresionismo alemán son la huella distintiva de estos escenarios sórdidos por los que transcurre el film.
Al mejor estilo Huye (Get Out, 2017), el novio lleva a Nastya (Victoria Agalakova), su pareja, a la casa de su familia. Los parientes del susodicho son por demás extraños y la chica comienza a percibir que las cosas salen de lo normal y que algo oscuro se aproxima. En este proceso es cuando empezamos a ver alguna que otra falla en el guión, por más mínima que sea y lo insípido de los actores. A pesar de que la trama se aborde de manera satisfactoria y acorde, el descenlace –que no carece de fuerza propia– se ve afectado por algunos detalles innecesarios y por una cierta tontera de parte de los personajes protagonistas.
Inspirándose, en cierta forma, en el terror de Blumhouse (actualmente uno de los estudios del género más importantes de Hollywood), el director parece no haber dejado al azar una idea clara en La Novia: en Rusia a las mujeres se les inculca la necesidad de casarse más que cualquier otra cosa en la vida. Y esto, más que una ceremonia feliz, se parece más a un funeral.