La señora Blachey es una ejecutiva de carrera, lleva la cuenta de importantes clientes chinos, tiene un jefe que la aprecia, un asistente fiel, colegas más o menos fáciles de doblegar en las reuniones de directorio, marido, hija, una empleada que cuida a la hija y un padre a quien echarle la culpa por lo que supone el suicidio de la madre. "Puedes culparme, si quieres. Un padre está para eso", bromea el viejo internado en el hospital.
Ella en cambio recita el duelo en verso del "Cyrano" con la nena, evoca un poema de Zhang Zou (no el de la mariposa sino el de unos gansos) y cita, del monólogo de "Hamlet", aquello de "la insolencia del poder, y el duro menosprecio/ que el paciente mérito recibe del hombre indigno". Alude con esto a un fulano demasiado cínico e influyente, piedra en el zapato para que ella pueda ascender al pico de la pirámide del poder en una gran empresa. Pero ella no está sola. En verdad, la empuja un grupo de mujeres también influyentes, para quienes el feminismo es una política, no solo ideología, según dice su líder. En la lucha habrá extorsiones, presiones, prejuicios, y juego sucio de ambos lados. Ya desde la primera escena vemos que los empujones en la calle no son privativos de los hombres.
La historia es interesante, aunque con leves descuidos de ilación. La música se hace inquietante. Y el elenco es bueno: Emmanuelle Devos, Richard Berry (que estuvo en Pantalla Pinamar), Benjamin Biolay (otro conocido de estos lares) y los veteranos Francine Bergé y Sami Frey a la cabeza. Autora, Tonie Marshall, de quien acá vimos "La belleza de Venus" y (directo al video) "Sexo, amor y terapia".