Elio (Daniel Hendler) estudió arquitectura, no del todo convencido de seguir esa carrera, sin tener la vocación a flor de piel. Tal esa así que nunca ejerció esa profesión. De lo que aprendió en la facultad, una sola cosa, o, mejor dicho, una persona le llamó la atención, lo que con el tiempo se transformó en una obsesión que le dio sentido a su vida, que es la de enseñar y divulgar la obra de quién, para él, fue el mejor arquitecto de la historia, el suizo Le Corbusier, un seudónimo de Charles-Edouard Jeanneret-Gris.
Porque Elio prefirió no ser un arquitecto más, sino convertirse en el único guía que trabaja en la famosa casa Curuchet, ubicada en la ciudad de La Plata, y explicarles a los visitantes, a través de diapositivas y charlas, mientras recorren cada rincón del inmueble, cómo ideó, proyectó y diseñó la construcción de esta particular vivienda, única en Latinoamérica.
La película, con guión de Andrés Duprat y dirigida por Graciela Taquini, nos introduce en un mundo de fantasía para contarnos lo que hizo y cómo realizó sus trabajos, aquí y en el resto del mundo, Le Corbusier.
El film alterna entre observar cómo trabaja Elio y un personaje que encarna al reconocido arquitecto, a cargo de Mario Lombard, que camina las calles de La Plata como si fuese un fantasma, mientras reflexiona con la voz en off, en base a textos y conferencias brindadas por él mismo Le Cobusier, sobre lo que es la arquitectura, para que sirve, qué función cumple dentro de la sociedad, etc. apoyada esa idea por las imágenes distorsionadas y saturadas que tiene en los momentos en que aparece en pantalla.
Con una propuesta cinematográfica original, que le da dinamismo a la narración, acertadamente optaron en hacer una ficción antes que un documental para que no sólo los arquitectos y alumnos estén de parabienes, sino que el público en general pueda apreciar la idea que logró llevar a cabo el homenajeado personaje europeo y no resulte ser un tedio académico apto sólo para entendidos.