La obra secreta

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

En el 2010, el público argentino conoció la oscurísima comedia El Hombre de al lado, donde dos hombres (que no podían ser más distintos) tratan de coexistir como vecinos teniendo como escenario a la Casa Curutchet, la única que el célebre arquitecto Le Corbusier construyó en Sudamérica. La misma es como un tercer personaje de la película, e incluso es un símbolo de los temas que trata. Es un personaje que al parecer tenía más tela para cortar: sus realizadores regresan siete años más tarde, contando en La Obra Secreta la historia de otro personaje y su orgullo fanático y elitista por habitar un pedazo tan relevante de la arquitectura moderna.

Una casa, dos sueños

El arquitecto Elio Montes es un fanático de la obra de Le Corbusier. Mientras se desempeña como guía de la Casa Curutchet, reflexiona sobre la influencia que tuvo el célebre arquitecto en su vida. Paralelamente, Le Corbusier parece haber vuelto de entre los muertos y deambula por las calles de La Plata camino a visitar su única creación hecha de este lado del mundo.

El guion de La Obra Secreta se propone moverse en tres frentes: la ficción, el documental y el videoarte. Si la película consigue resultados interesantes es por cómo logra que los tres formatos narrativos convivan entre sí y se nutran el uno del otro. Montes y sus actitudes fanáticas, que no pocas veces sacan risas, comprenden el tramo ficcional del film; la subtrama con el regreso de Le Corbusier,  pixelado, bizarro y multicolor, es el tramo videoartístico; la historia en sí misma del arquitecto, sea en forma de entrevistas grabadas o con la información que transmite Montes, es el nexo documental entre aquellas dos. El ritmo de su narración es fluido, lo que hace que su duración de 66 minutos casi ni se sienta.

En materia técnica, La Obra Secreta no presenta mucho rebusque ya que la idea es mostrar a la casa tal cual es. No obstante, los segmentos videoartísticos con Le Corbusier son un poco más elaborados y, debe decirse, un acierto notable para hacer creíble su “regreso” dentro de un verosímil tan arraigado en la realidad como el que propone la película.

En materia actoral, Daniel Hendler sale lo suficientemente intacto del nada fácil desafío de ser a la vez personaje y narrador de la historia. El actor salta con gracia de un punto de vista al otro consiguiendo inspirar en el espectador el balance, por un lado, de respeto por su saber, y por el otro, cierto grado de patetismo por el exagerado papel que le concede a la vida y obra del arquitecto en su hacer personal.

Conclusión

La Obra Secreta es un experimento narrativo de muy dignos resultados. Una propuesta peculiarmente distinta que consigue lo que se propone. Si el espectador tiene inclinación por la arquitectura o desea ver una pieza complementaria a El Hombre de al Lado, le puede resultar interesante.

Eso sí, lo que no hay que perder de vista es que aun siendo un experimento (y uno muy ambicioso en su propuesta), La Obra Secreta prioriza su guion. No lo descuida o desecha en pos de la “espontaneidad”, un pozo en el que muchas obras de su tipo caen inevitablemente y que esta película esquiva con mucha sutileza.