Con el relato en off de Fermín se explica lo que significa ser un "gil" en la nueva película de Sebastián Borensztein -Un cuento chino- que encuentra en esta propuesta coral una efectiva fusión de denuncia social, intriga, humor y seres reconocibles que se embarcan en una revancha para lograr la reparación de un mal.
La odisea de los giles, basada en la novela de Eduardo Sacheri, "La noche de la usina", se instala en el tema del compañerismo, las pérdidas y la reparación de los vínculos familiares sin olvidarse del entretenimiento. Si la unión hace la fuerza, más allá de las diferencias ideológicas de los personajes, queda comprobado con creces en este relato.
Fermín -Ricardo Darín-, el propietario de una estación de servicio y ex jugador de fútbol cuyos tiempos de reconocimiento quedaron atrás, y Antonio -Luis Brandoni-, el dueño de una gomería, se unen para reflotar la cooperativa "La metódica", una acopiadora de granos abandonada, y buscan socios para lograr tan ansiado emprendimiento en la postergada localidad de Alsina.
En su camino para reunír el dinero, se cruzan con la dueña de una empresa -Rita Cortese- y su hijo -Marco Antonio Caponi-; el cuidador de una estación de tren -Daniel Aráoz; dos hermanos sin futuro, y un marginal -Carlos Belloso en notable composición- que ha despilfarrado el dinero que le dieron para paliar los efectos de las inundaciones. En la trama tienen peso además la esposa -Verónica Llinás- y el hijo -Chino Darín- de Fermín, pilares fundamentales para la toma de sus decisiones.
Cuando Fermín deposita el dinero en un banco por sugerencia del gerente no imagina que éste está en complicidad con el intendente y un abogado, Manzi - el colombiano Andrés Parra en un convincente villano- para quedarse con los dólares depositados durante las horas previas al corralito de 2001.
Ese es el punto de partida que pone en marcha a un grupo de vecinos unidos para recuperar lo que les pertenece: un botín que ahora se encuentra enterrado en una bóveda en medio del campo, lo que desata una serie de circunstancias que juegan con la intriga, el suspenso, entre persecuciones y cortes de luz. La identificación está servida en esta odisea que también incluye un accidente automovilístico que los sumerge en la tragedia.
El humor y la ironía nunca se pierden y el punto fuerte de la propuesta es, sin dudas, el perfil de cada uno de los personajes para lograr su acto de justicia. A la película se la puede tildar de complaciente pero tiene varios puntos a favor que la hacen salir airosa y cometer su propósito.
A la sólida dirección se suma el siempre eficaz elenco que anima a estos seres solitarios que intentan restaurar el "orden" perdido. El juego de los dos Darín -quienes ofician de productores a través de su empresa Kenya Films- enciende la mecha de un producto que conquistará al público.