La revancha de los perdedores.
Finalmente llega a nuestros cines la nueva película de Ricardo Darín y en realidad es mucho más que eso, porque además de contar con un elenco coral notable, el espíritu del film sienta sus bases en el empuje colectivo. Basada en la novela de Eduardo Sacheri, La noche de la usina, la historia se sitúa en el año 2001, a horas de que explote el “corralito” financiero de nuestro país, situación que dejo a millones de personas sin sus ahorros.
Al ex jugador de fútbol Fermín Perlasi (Ricardo Darín) y su mujer Silvia (Verónica Llinás), quienes viven en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, se les ocurre comprar unos silos de acopio de semillas con la finalidad de armar una cooperativa y generar trabajo en el lugar. Por este motivo, junto a sus amigos Fontana (Luis Brandoni) y Belaunde (Daniel Aráoz), emprenden la cruzada de convocar a vecinos para que se sumen al proyecto.
Es así que logran recaudar una cantidad significativa de dinero, pero les falta una suma para llegar a la compra de la propiedad. Cuando todo parece marchar viento en popa y Perlasi deposita lo recaudado en una caja de seguridad en el banco del pueblo, el gerente lo convence de pasarlo a una cuenta con la promesa de otorgarle un préstamo casi inmediato. Si consultar y atraído por la idea de llegar al monto ideal, Perlasi accede. Al día siguiente… la catástrofe: se anuncia por televisión el famoso corralito, traducido a que solo se puede sacar por semana una cantidad irrisoria de plata.
Más que desilusionados y con los ánimos por el piso, y un Perlasi sintiéndose de lo más culpable, la troupe de pronto descubre que el gerente del banco les tendió una trampa junto al inescrupuloso abogado Fortunato Manzi (Andrés Parra), quien tiene los dólares de todos los ahorristas “encanutados” en una bóveda oculta en el medio de un campo. Sin dudarlo el grupo se organizará para cranear el golpe del siglo, para recuperar los que les fue quitado. No solo el dinero también sus sueños y la buena voluntad de gente de trabajo.
La odisea de los giles, dirigida por Sebastián Borenztein, logra reunir muchos géneros en su narración. En una película de atracos y aventuras, del estilo heist movies en su forma, con el esquema del modus operandi básico: infiltración, apagado de alarmas y recuperación del dinero. Claro que aquí adaptado a nuestra idiosincrasia argenta por el contexto histórico que hay juego, acompañada por mucho humor que ayuda a descomprimir los momentos dolorosos y dramáticos del relato (que no spoilearemos).
El nivel de producción es notable, así como la música que cuenta con lo mejor del rock nacional de la época (Babasonicos, Cerati, Divididos, Serú Girán, etc). Un relato con ritmo, entretenido, muy bien actuado y con tanta esencia local (y social) que sin dudas el público se va a sentir identificado con los personajes: “giles” que quieren vivir en paz si ser ultrajados en sus derechos como ciudadanos.