La odisea de los giles es, casi con seguridad, el estreno argentino del año. Y lo que voy a resaltar a continuación es una obviedad, pero corresponde hacerlo.
Su nivel de producción no tiene nada que envidiarle a Hollywood y su excepcional cast es mejor que el de muchas películas ganadoras de Oscar.
Basada en la novela La noche de la usina, de Eduardo Sacheri, el director Sebastián Borenzstein crea el mejor costumbrismo argentino.
Y digo eso en el mejor sentido de la palabra posible. Dado a que se conjugan dos cosas fundamentales:
Por un lado, la idiosincrasia del interior del país, pero mostrada sin cinismo ni dejo de superioridad tal como fue El ciudadano Ilustre (2016).
Y por el otro, la crisis económica de 2001/2002 y el corralito.
Esto último es el catalizador y disparador para toda la historia, y el ser argentino permite comprender bien de qué se trató, pero no como hecho histórico y económico sino como sentimiento.
Y es ahí donde reside la grandeza del film: los sentimientos y como se resignifican a través de un hecho en concreto que luego se convierte en una aventura perpetuada por un rejunte de gente muy peculiar.
Es en ese cast fantástico donde el público encontrará un gran eco y risas.
Más allá de la contundencia de los Darín padre e hijo. Es en la dupla de Ricardo con Luis Brandoni donde hay escenas memorables.
Lo mismo sucede con la dupla Brandoni/Araoz y su amistad atravesada y enfrentada por un peronismo y antiperonismo. Los más graciosos intercambios vienen de ahí.
Por su parte, otra dupla que está muy bien es la de Rita Cortese y Marco Antonio Caponi.
Y También brillan, cada uno en lo suyo, Chino Darín, Verónica Llinás y Carlos Belloso.
Pero más allá de las duplas y las individualidades, son parte de un gran ensamble.
Este elenco tan coral y heterogéneo, tiene un gran correlato con cine italiano. Mismo la puesta emula un poco de eso.
Borenzstein es un gran narrador, y encuentra aquí una faceta que aún no había explorado, la aventura.
Porque la Odisea de los giles es eso, una película de aventuras con tintes de comedia. Más allá de la situación política y económica que atraviesa, y justo el mes en que se estrena.
No creo que sea una película que pase a la historia, pero tampoco apunta a eso. Es un film que cumple con lo que promete, que es pasar un gran rato viendo a geniales personajes en un delirio que sentimos muy propio.