Esta muy buena opera prima que debutó en la Berlinale se centra en una joven que viaja a Tierra del Fuego a trabajar en temporada alta para recaudar dinero para hacer un viaje. Pero una vez allí, las cosas cambian.
La primera película de Schjaer, que participó de la última edición del Festival de Berlín, narra la historia de una pareja que viaja a Tierra del Fuego con el objetivo de ahorrar dinero para luego utilizar en otros planes, que conoceremos con el correr de los minutos. Cada uno, sin embargo, parece manejarse por separado y en distintas ciudades (ella en Ushuaia y él en Río Grande). La película sigue fundamentalmente a Paula (Sofía Brito) quien tiene varios trabajos pero siempre tiene que lidiar para que le paguen lo que le deben. Si a eso se le suma el frío y tener que dejar siempre al cuidado de alguien a su pequeña niña, su situación no es cómoda.
En uno de esos trabajos (acompañando a turistas en excursiones) conoce a Manuel (Lisandro Rodríguez), un fotógrafo con el que inicia una historia que se mantiene indefinida entre lo contractual, lo sexual y lo romántico. En tanto, el reencuentro con su pareja, Diego (Pablo Sigal), la hace dudar respecto a los planes que tiene con él para el futuro y que implican una serie de viajes y aventuras.
El filme es un retrato de Paula, una chica que va para adelante como puede o como le sale y que no está dispuesta a que las complicaciones o las circunstancias la detengan. Tampoco es que le sobre coraje: tiene miedo, duda y no sabe bien cómo resolverá sus problemas, pero es de las personas que parecen tratar de resolver sus asuntos mediante el movimiento. Y la película, en ese sentido, es fiel a esa condición inquieta de su protagonista, con la cámara siguiéndola en los parques, lugares de trabajo y las calles de una helada, bonita pero no siempre hospitalaria provincia.
Las comparaciones con los Dardenne o con otra película patagónica reciente como TEMPORADA DE CAZA con la que comparte cierto estilo y estética (curioso es que aquella película dirigida por una mujer cuente una historia muy masculina mientras que aquí suceda exactamente lo opuesto) son adecuadas, pero a la vez Schjaer –que viene de hacer varios premiados cortos– impone su propia mirada y tempo a su historia, narrativamente más impresionista y menos clásica, como dominada por las propias contradicciones de su protagonista. Como ella, LA OMISION avanza a veces de manera un tanto caótica, casi dejándose llevar por las circunstancias, pero siempre con la vista puesta en ese elusivo destino, en ese futuro posible, cualquiera que finalmente sea.