Apocalipsis entre obvio y pretencioso
No se puede culpar a los distribuidorrees por rebautizar como «La oscuridad» a un film que bien traducido serí «Desaparición en la Calle 7», ya que es realmente oscuro. Lamentablemente, también es bastante obtuso y demasiado pretencioso, combinación que provoca un desinterés casi inmediato en el espectador.
La película trata sobre una siniestra sombra que parece apropiarse de todos los habitantes del mundo, visto desde los pocos sobrevivientes de la ciudad de Detroit, empezando por el proyeccionista de un multiplex, John Leguizamo, que es el primero en seguir vivo luego de que todos los espectadores del cine en el que trabaja, y prácticamente toda la gente a su alrededor, ha desaparecido, dejando atrás sólo sus ropas.
De todas las opciones de matanzas y entre todos los mundos posapocalípticos que el cine nos viene describiendo en las últimas décadas, el paisaje desolador que propone «La oscuridad» es uno de los más aburridos. Para colmo, entre los actores protagónicos, el que más aparece es el pétreo ex Darth Vader de la última trilogía de «Star Wars», Hayden Christensen, cuya inexpresividad habitual se acentúa aún más en medio de esta situación que no da lugar a una gama demasiado amplia de expresiones.
Ahora, para lograr que un gran actor como John Leguizamo no actúe bien hay que trabajar mucho, y esto ha hecho el director Brad Anderson, que parece haber emprendido este film como algún homenaje a la serie clásica «Dimensión desconocida», olvidando que una cosa es contar una historia minimalista en menos de media hora y otra cosa hacer un largometraje entero a partir de una sola idea.
Los fans del fantástico ya vieron esto muchas veces y mejor, y tal vez sólo a los neófitos el asunto pueda llegar a parecerles mínimamente interesante.