Especies que desaparecen
La oscuridad es uno de esos estrenos tardíos y de relleno, que llega sin explicación a las salas argentinas, bastante después de su lanzamiento estadounidense y cuando ya se pueden conseguir copias de todo tipo y calidad en Internet, lo cual acota bastante sus posibilidades de éxito.
Dirigida por Brad Anderson (El maquinista, Sesión 9), alguien con habilidad para el thriller “enroscado”, que sin embargo, a pesar de ciertos clímax, no puede disimular las lagunas de guión y la incapacidad de Hayden Christensen para expresar algo creíble. Porque la verdad, luego de un prologo potente lleno de suspenso que recuerda al tipo de tópicos y maneras de la serie Dimensión desconocida (Twiligh Zone 1959 – 1964), llega la entrada del loco de Hayden, que marca el momento en el cual desaparece la mayoría de lo medianamente interesante que se plantea en el principio.
La premisa del filme es interesante: de repente se produce un gran apagón y la mayoría de las personas desaparece misteriosamente dejando sólo sus ropas y las cosas que tenían a mano. Cierta presencia misteriosa en las sombras amenaza a los “supervivientes”, cuya única protección son las fuentes de luz portátiles, que se están agotando. Luke (Christensen) se escapa hasta un bar junto a otras tres personas, el tiempo de luz se agota y deberán idear un rápido escape. Entonces La oscuridad, que arranca como una película que muestra un cataclismo mundial, se achica hasta ser una de esa especie de subgénero de films sobre personas-encerradas- en-un- bar-amenazadas- por- terroríficas- amenazas- externas. Esto no es del todo malo, pero el problema es que a medida que pasan los minutos se vuelve evidente la falta de consistencia del guion. Aparecen arbitrariedades que no suman absolutamente nada, como la niña con expresión cadavérica que cada tanto entra en escena y sale corriendo. Además, la absoluta falta de explicación de lo que está sucediendo suena más a pereza de los escritores que a elipsis consciente, ya que por un lado se logra ese horror e impotencia ante lo desconocido, pero por el otro, el director nos sugiere explicaciones nada sutiles, acerca de lo que se encuentra en la oscuridad, que nunca terminan de definirse, y deja al film con cierto vacío argumental que lo vuelve intrascendente. Es otras palabras, así contado, el film de Anderson pierde interés y se vuelve predecible.
Las actuaciones son también un punto flojo: John Leguizamo (Tierra de los muertos, de George Romero) vuelve a hacer de hispano católico en plena capital gringa, con un exagerado acento, y encima, sin la gracia que a veces demuestra. Otro estereotipo es el que compone Thandie Newton (Aquella ladrona peligrosa de Mision: Imposible 2) que es una madre que perdió a su hijo en “la oscuridad” y tiene la esperanza encontrarlo aún. Y bueno, nos queda Hayden Christensen, aquel que tuvo la oportunidad de ser el mítico Darth Vader, y que lo convirtió en un pavote que hace pucheros sith, o sea, lo que la mayoría vimos en la última trilogía de La guerra de las galaxias. Aquí no logra ni un grito contundente, todo lo que muestra es tan artificial y fuera de registro que nos expulsa de la historia en cada intervención.
En fin, La oscuridad es un film fallido de buen comienzo que se diluye y termina aburriendo. Asimismo, presenta la peor actuación de Christensen desde Darth Vader. Por todo esto no se justifica su estadía en las salas marplatenses con un gran film como Super 8 aún sin estrenarse.