Con Florencia Peña, luces y sombras de la televisión basura
La película de Maxi Gutiérrez, aun sin encontrar el tono exacto, desnuda miserias de los participantes de un programa de televisión a partir de sucesos inesperados que mueven piezas (o mejor dicho, sillas), y desde allí reflexiona sobre los tiempos vigentes en donde el rating es el mandamás.
Marcela (Florencia Peña) es la eterna panelista de un programa de chimentos vespertino que agobiada por el paso del tiempo y por las exigencias que el propio miedo le impone: mantenerse joven a como dé lugar, mantener la cabeza agachada (excepto que se lo pidan) y sólo reaccionar frente a cámaras si la indicación precisa llega, a punto de ser despedida por el maquiavélico conductor del ciclo en el que participa (Favio Posca) y envuelta en una serie de “fortuitos” accidentes, verá cómo su suerte comienza a cambiar a expensas de las vidas de otros.
Así, La Panelista (2020), sosteniéndose en las logradas actuaciones de sus protagonistas, comienza a transitar la delgada línea entre el absurdo, la farsa y el grotesco, sin poder mantener a lo largo de todo el relato la precisión necesaria para evitar caer en el trazo grueso sinsentido, en donde por momentos, inevitablemente, se sumerge.
Pero esto no es el resultado de una dirección errónea, al contrario, es tal vez en la construcción del universo en donde presenta a sus personajes, y desacertadas elecciones como postproducir efectos de “sangre”, que comienzan a multiplicarse algunos elementos que afectan al total de la propuesta.
Asimismo, la falta de desarrollo del personaje central, que por momentos se la pincela como una gran caricatura de figuras que pululan en el ámbito televisivo, y por otro se la estereotipa de una manera burda y con trazo grueso, no permiten empatizar con el devenir dramático y la transformación que la acontece.
Con sus fallidos, el guión, escrito a cuatro manos entre el propio Gutiérrez (Tokio, El vagoneta en el mundo del cine), Jorge Maestro, Gonzalo Salaya y Azul Lombardía, se permite jugar con un análisis de la televisión basura, esa donde por dos historias de Instagram puede hacer que una panelista consiga una cirugía estética, y también esa en donde se pueden sentar en un mismo piso a una amante despechada y la mujer engañada de algún galán en decadencia.
Pero es cuando La panelista decide no juzgar a sus personajes, sin profundizar en aspectos inherentes a ellos y en ciertos castigos “morales” impartidos, que el humor surgido de la incorrección con la que se presentan situaciones dictaminaba el camino y el tono a seguir. La película aquí se pierde, normalizando todo, con comportamientos subrayados y la justificación del accionar de algunos personajes, al debilitar premisas que podrían haberse reforzado.
El elenco secundario que acompaña a Peña, con destacadas labores de Soledad SIlveyra, Favio Posca, Campi y Diego Reinhold, entre otros, juega dentro de los parámetros impuestos por la propuesta. La ácida mirada sobre el universo televisivo, en el que transitaron sus carreras y que hasta hoy en día la protagonista posee un espacio de características similares al que se presenta, les permite revisar conceptos y valores con los que seguramente se toparon en algún momento y que, a la distancia, no hacen otra cosa que revalidar su lugar en ella.