Estética retro y buenas ideas.
La parte ausente es un interesante y logrado cruce de géneros. Es un film de ciencia ficción con elementos de cine de terror, pero principalmente es un policial negro. Como en el muy influyente film Blade Runner, la ciencia ficción es el marco, pero el film noir es el tono. El protagonista, como los protagonistas del cine negro, recibe a una mujer fatal que le encomienda una misión. Y como ocurre en este género, la misión se complica bastante más de lo pensado. La parte ausente transcurre en un futuro distópico donde experimentos genéticos encierran un secreto que poco a poco se descubrirá. El comienzo es Lucrecia (Celeste Cid, fotogenia pura) que como la femme fatal clásica, bella, misteriosa y seductora, se presentará frente a Chockler (Alberto Ajaka, con un impecable estilo demodé) encomendándole que busque a un hombre llamado Víctor. Los planos de la ciudad, el peinado y el maquillaje de Lucrecia, la música, todo parece evocar a Blade Runner y sus derivados. Esto no es un defecto, porque la historia tiene vida propia y su propia dirección, muy lejana al film de Scott. El ritmo del film es intencionalmente calmo, lo que por momentos colabora al clima, pero por momentos lo vuelve algo moroso. El cuidado por los géneros es realmente bueno, pero el ritmo narrativo no lo es. Ideas no le faltan a la película, eso está más que claro en cada escena. Lo que también hay que destacar es que sorprende gratamente en una fotografía impecable Lucio Bonelli, el montaje de Andrés Tambornino y la mezcla de sonido de Jesica Suarez. Las pequeñas falencias de guión y dirección se ven más que bien cubiertas por estos rubros. El presupuesto no es el de un film de ciencia ficción caro, por lo cual son estos elementos los que elevan la calidad del film y son su verdadero valor, además de la muy carismática pareja. La estética retro de muchos elementos de la dirección de arte colabora al clima y lo libera de proyecciones de gadgets tecnológicos que poco aportarían a la película. Los géneros, lugar ideal para las metáforas, van ocupando cada vez mayor espacio en el cine argentino y en el caso de La parte ausente de forma lograda.