La parte automática

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Para Ivo Aichenbaum, la imagen es una incógnita, un problema a resolver, una parte a completar. Su ópera prima tiene fecha de comienzo; el 24 de enero del 2011 cuando sale su vuelo a Tel Aviv, que lo llevará a viajar gratis a Israel a encontrarse con su padre, luego de pasar 10 días con 40 personas recorriendo el pais. En La parte automática, jerarquizado por su paso en BAFICI en la sección cine de vanguardia, lo que se pone en primera persona desde esa partida es una reflexión sobre un viaje, pero también sobre un territorio que ir a buscar, un patria y un padre. Primero, atravesado por su historia personal, el comienzo con el himno sandinista sobre pantalla negra parece anunciar algo, el de “Adelante marchemos compañeros/avancemos a la revolución/nuestro pueblo es el dueño de su historia/arquitecto de su liberación”, da lugar al relato personal de un padre, primero médico en Nicaragua, luego médico recibido en Israel.. Matar al padre (simbólicamente) entra dentro de las posibilidades, pero Ivo elige ir en su encuentro, cosa que no termina teniendo un tono grave para darse cuenta del fracaso de una generación que debió emigrar de Argentina en plena crisis del 2001. ¿Somos los argentinos como plantas silvestres arrojadas a la suerte del viento y la polinizacion natural?

En La parte automática, un misterio se revela a tiempo: el fracaso económico y cultural de un padre, y a la vez se pone en práctica lo que un fragmento de La mirada de Ulises materializa: la sensación de estar en un lugar, en un momento y un tiempo, y saber de pronto que ese lugar y todo eso podría no existir.

Con cámara preferentemente en mano, planos fragmentados, corrección de foco y fuera de foco, la realidad se construye en La parte automática con objetos insignificantes, usualmente vistos a través de vidrios empañados o con gotas de lluvia. La imagen transfiere el eco de una voz subjetiva, personal, que va a guiar los 62 minutos de narración. En ese sentido la pelicula siempre genera interés. Con una capacidad real de hacer asomar a un espectador desprevenido a una historia personal que puede no ser fascinante, pero está bien contada. Combinando grandes temas del mundo judío como la alfabetización, la guerra, la ocupación de Gaza, la naturaleza errante de ese pueblo, su carácter de prestamistas y banqueros, su actual situación de “guerreros” o su interés por el capital frente a conceptos de comunidad y socialismo, con recuerdos o impresiones de viaje que logran poner todo en contradicción, no sólo en la voz sino en las imágenes mismas. Por ejemplo, y quizás el más claro: a la estatua de Lenin llevada sobre un barco en La mirada de Ulises de Theo Angelopoulos le siguen algunos segundos del padre durmiendo con la boca abierta en un viaje en micro. Puede haber dos imágenes más contrarias?.

“La parte automática” viene a reactualizar la mirada del cine argentino sobre las problemáticas de la identidad judía que con diferentes tonos se sucede desde “El abrazo partido“, pasando por “De Besarabia a Entre Rios“, o “Jevel Katz y sus paisanos“, o “Legado“, o “Un pogrom en Buenos Aires, incluso las más recientes Papirosen y Malka, una chica de la Zwi Migdal . Su voz se escapa de lo expositivo cuando puede, y la imagen no es descriptiva sino reflexiva, materiales con los que Ivo Aichenbaum termina realizando uno de los films más libres y menos desprejuiciados de los últimos tiempos.

A este “diario de viaje” filmado en 2012 le siguen otros dos: Cabeza de ratón (2013), y Formosa (2014). El segundo, de estreno próximo.