Mi parte incompleta
Dirigido por Ivo Aichenbaum, el documental La parte automática (2012) es el relato personal sobre el viaje a Israel del director para reencontrarse con su padre y también con su identidad judía. Una obra que se dota de una plena subjetividad, intensamente atraída por el diario literario. Construcción desde una sola mirada, pero que logra de manera creciente, momentos álgidos y muy atractivos, aunque otros dispersos y extraños.
Ivo inicia contando sobre su padre médico que vive en Israel después del exilio económico del 2001 en Argentina. Un ex militante del Partido Comunista que viajo de joven por muchos países y tuvo muchas aventuras diversas, culturales y políticas. El hecho de viajar también Ivo lo tiene en la sangre. En ese momento decide ir a ver a su padre exiliado. Toma un avión con destino a Israel, la ciudad de su identidad: El judaísmo. De esa forma, y con cámara en mano, emprende un tour junto a otros jóvenes por Israel, para luego meterse en Alemania y Medio Oriente.
El film es una propuesta interesante. Sin embargo transita entre dos polos muy marcados. Por momentos desde el vacío mismo y la dificultad de construir un relato concreto y trabajado, en otro se construye de manera precisa y solemne. Como las dos caras de una moneda, produce apego y desapego, somnolencia y atención, vació y reflexión. Si bien puede ser una virtud, estos dos polos lo dejan a mitad de camino. El sabor final es disperso, incompleto, de fragmentos logrados y otros llenos de interrogantes. Lo mejor sin duda viene hacia el final.
Todo se evidencia desde el inicio. Las secuencias introductoras mezclan un excesivo uso de la voz oral con imágenes sobre un montaje pausado, casi como si a la película le costara empezar, a pesar de ser muy clara en lo que quiere decir. Por momentos se convierte en una melodía que se salta un compás. Si bien es cierto que no busca caer sobre lo lugares comunes (y eso la hace atractiva), conforme avanza se sienten los dos polos y perciben pasajes traídos para cubrir cierta inconexión. En este punto aparece el interrogante de si el director se podría haber adueñado más del material, jugar con cada parte. Esta impresión surge porque, constantemente, se dan situaciones donde parece ser más subjetivo: Las imágenes dejan en claro una voz y una psicológica fuerte y directa. Ivo termina siendo espectador de su propia historia.
Más allá de que el viaje sea fantasmal, absurdo y gris, resulta excesiva la elección de un tour ya que se sabe que es lo menos profundo e idóneo para conocer una ciudad en serio. Ahí es donde el narrador -o la voz personal- parece que surgirá para elevar más el contenido, pero se detiene. O mejor dicho, se salta esos vacíos sujetándose a sus dos matices. Empero, y como se dijo, lo mejor transcurre hacia el final. La historia de amor judeo-alemán, el recuentro con su padre, y los momentos donde todo el fotograma se llena de gris, son los más logrados, ahí cuando el autor da por perdido el propósito inicial y el viaje no debería terminarse.