Héroes anónimos
Todavía recuerdo la ovación que saludó a este nuevo film de Ken Loach tras su prémière mundial en la Competencia Oficial de Cannes 2012 (donde pocos días después ganaría el Premio del Jurado). Me pareció un poco exagerada, es cierto, pero la entendí como una reivindicación de la sensibilidad y la coherencia de la trayectoria del veterano director británico -un “abonado” del principal festival del mundo- y como una exaltación hacia un crowd-pleaser hecho casi siempre con dignidad y nobleza.
El protagonista del film es Robbie (Paul Brannigan, debutante absoluto en el cine), un joven violento de Glasgow que intenta reencauzar su rumbo tras ser padre de un varón. Mientras cumple una probation, es acechado por mafiosos que no le permiten armar una familia. Con la ayuda del veterano oficial que se ocupa de que cumpla las horas de trabajo en beneficio de la comunidad (un conmovedor John Henshaw) y con la compañía de unos patéticos amigos, se sumerge en el sofisticado y multimillonario negocio del whisky con resultados sorprendentes (no adelantaremos nada más para no arruinar el disfrute).
En la línea de sus anteriores Kes, Riff-Raff, Sweet Sixteen y Ae Fond Kiss..., ese maestro del realismo social que es Loach maneja con gran destreza un tono tragicómico y agridulce, quizás tocando de vez en cuando algunas notas demagógicas y manipulatorias, pero siempre con una mirada humanista que convierte a estos verdaderos marginados del sistema en pequeños y queribles héroes con los que el espectador terminará empatizando de forma inevitable. Unos personajes y una fábula que terminen siendo irresistibles.