Ken Loach se ha hecho un nombre en el mundo cinematográfico como lo que podríamos llamar un director denuncia. Su foco suele estar en las duras penas que deben pasar las clases extranjeras frente a una sociedad que los hostiga.
A lo largo de una extensa filmografía se le han reconocido dramas formidables, sobre todo aquellos ambientados durante procesos histórico-sociales.
Pero a todo director consagrado le toca el turno de relajarse, de hacer films más livianos, algunos dirían menores, y en su caso particular, hacerlo sin dejar de lado sus ideas, lo cual es algo muy valeroso.
Esta “Parte de los Ángeles” probablemente no sea una película memorable, puede que no integre una lista selecta de sus mejores obras, y aún así, en su simpleza ser una obra remarcable que sigue colocando a su director dentro de los nombres más firmes del cine europeo, más aún de un cine inglés tan de capa caída.
Hablamos de una comedia divertida, fresca y hasta desprejuiciada. Los protagonistas son un grupo de personas, en especial unos jóvenes, y en particular uno de ellos Robbie (Paul Brannigan), que deben cumplir servicio comunitario como parte de una condena para reducir la misma. Pero lejos de aplacarse, estos jóvenes no perderán la rebeldía y seguirán haciendo “de las suyas”.
Este grupo son lo que llamaríamos pequeños delincuentes o bándalos, una cultura emergente de los barrios bajos de Glasgow, gente si se quiere desclasada, que las instituciones intentan reformar, pero a la manera de un “La naranja mecánica” muy light comprobaremos que el fuego interno es imposible de aplacar.
Robbie y los suyos ingresan a este programa de ¿rehabilitación?, pero pronto se enteran de la existencia de un Whisky muy bondadoso, raro, inclasificable, y claro muy caro, y esa botella muy pronto va a entrar en subasta...
Claro que no sería Ken Loach sino se tomara su tiempo para retratar el día a día de la clase obrera, y además sino nos mostrase un poco de los conflictos internos de Robbie, y ahí sí, el drama toma la escena, aunque tampoco carga las tintas.
Robbie se debate entre hacer buena letra, quedar limpio y en libertad para poder disfrutar de su hijo por venir, o mantenerse en la suya, “no venderse” y seguir por el mismo rumbo cueste lo que cueste. También habrá lugar para la marginación de los pobres frente a esa otra clase que los quiere encasillar y en definitiva encorsetar.
La conclusión al ver un film como “La parte de los ángeles” es que se está frente a un trabajo de más de una capa.
En una primer mirada se observa la liviandad, los momentos divertidos y graciosos; pero más allá de eso, en una segunda impresión asoman las mismas vueltas de siempre, la lucha del marginado por surgir, por no dejar que lo opriman, y los dramas tan disímiles con los de una clase pudiente.
Acertadamente Loach convocó a un elenco casi ignoto (por lo menos para nosotros) que se adapta perfectamente en sus roles de desclasados, casi como si hubiese manejado a un puñado de no actores, lo cual le otorga frescura y realismo al relato.
Repetimos, no se la recordará como una obra trascendente, es el propio film de un director septuagenario que sabe que ya no tiene que demostrar nada, y sin embargo es un film valioso en su mixtura de liviandad y cruda realidad social; podríamos decir un Ken Loach puro.