La redención como inserción
El realizador Ken Loach se aleja un tanto de los dramas sociales para sumergirse en el terreno de la comedia y retratar las peripecias de un grupo de marginales en Glasgow, quienes han caído por el camino de la ilegalidad y sin llegar a representar lo que podría considerarse delincuentes deben cumplir condena por diversos delitos menores y así realizar trabajos comunitarios.
La idea de reinserción social así como la de redención se ve directamente asociada con un relato que roza el costumbrismo, no escatima a la hora de mostrar hechos violentos, más concentrado en la historia de las segundas oportunidades.
Los desvíos morales de los personajes como el protagonista del relato Robbie (Paul Brannigan), padre de un niño pequeño, se justifican de cierta manera al encorsetarlos en un contexto social adverso sin reales posibilidades de ascenso de clase en el que la esperanza está depositada no en el trabajo y el esfuerzo sino en dar el gran golpe que permita a todos ser lo que jamás podrían alcanzar.
Así las cosas, la oportunidad parece llegar de la mano de la cata de whiskies, en la venta de una botella de ese elixir único por el que se pueden llegar a pagar fortunas y en definitiva aquellos que lo adquieren a veces pueden ser estafados por los propios catadores.
En la línea del plan que por algún motivo se encuentra sujeto a complicaciones y en sintonía con el derrotero habitual de un grupo de perdedores -pero queribles- La parte de los ángeles transita sin tropiezos moralistas y deja un sabor dulce en el paladar del público que encontrará una rápida empatía con personajes secundarios bien escritos y una interesante historia donde prevalece el intento por cambiar de vida cuando todas las cartas repartidas juegan en contra.