Se estrena un nuevo documental sobre el periodo de la dictadura 1976-1982, muchos – según mi profesor de cine – esta vez discrepo, y con mucho respeto, creo que este tipo de obras son parte de la recuperación de la memoria y sustentación de la misma, y nunca está de más lograr que verdaderamente haya un nunca jamás.
En este caso se trata de la apropiación programada por las fuerzas integrantes del nefasto régimen, sumado algún apoyo de civiles que colaboraron con ellos y aun permanecen en las sombras.
Si los hijos/as de las prisioneras ilegales y su entrega en adopción, de los cuales se han recuperado 117, pero no sólo eso, las parturientas eran atendidas (si se me permite abusar de esta expresión) en clínicas de los Centros Clandestinos del país que contaron con médicos de las fuerzas y/o simpatizantes de la dictadura. Una vez que las madres daban a luz pasaban a la categoría de desaparecidas y sus hijos entregados a familias de integrantes de alguna de las fuerzas armadas, o de gente allegadas a ellos, y en muy pocos casos les fueron entregados a su familia de sangre, doloroso pero verídico.
La dirección y el guión pertenece a tres realizadores: Andrés Martínez Canto, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano, quienes sustentan el proyecto encarado “a través de tres historias de nietos restituidos, se vera como se orquesto un genocidio que llego a planificar la sustracción de bebes nacidos en cautiverio. Hijos de mujeres secuestradas y detenidas ilegalmente”. Habría que consultarle ellos respecto de si cada uno se encargo de los apropiados, a pesar de que la historia no esta narrada por separado sino que logran conformar un todo.
El documental, como todo documental que se precie, utiliza entrevistas a los protagonistas, a los familiares, a la gente que estuvo detenida, y material de archivos.
Llama la atención el excelente trabajo de animación de Maxi Bearzi utilizando bocetos de líneas simples pero precisas, empleadas en función del desarrollo de la obra de una manera muy didáctica, que puede atraer la atención de gente joven que no vivió la época. El montaje de Omar Neri logra mantener la atención del espectado, bien apoyado por la fotografía de Emiliano Penelas, en tanto que la música a cargo de Teresa Parodi, con dirección y arreglos musicales de Nora Sarmoria, y la dirección de sonido de Lucho Corti, enriquecen las imágenes.
El documental aporta luz a una parte obscura de nuestra historia reciente, “es como iluminar un viaje a la verdad, que busca dar luz sobre los lugares en donde se dio a luz”