El dilema del respeto y la comprensión
Inspirado en el film homónimo de 1961 -dirigido por Daniel Tinayre con Mirtha Legrand como protagonista- Santiago Mitre hace esta remake que, conservando la temática de la primera y el conflicto central de la protagonista, construye un relato que va exponiendo los hechos pero sin juzgarlos, casi como un objeto de debate que busca la reflexión del espectador.
Esta nueva versión se centra en Paulina, una joven abogada, con fuertes convicciones políticas, que decide dejar su promisoria carrera judicial para emprender un proyecto como maestra rural en una zona desfavorecida de la provincia de Misiones.Pero poco después de su llegada Paulina es violada por una banda de jóvenes, entre los cuales se encuentran algunos de sus alumnos, pero a pesar del traumático suceso y sus consecuencias, Paulina decide mantenerse firme en sus convicciones y continuar con sus metas.
Desde el comienzo, con un logrado plano secuencia en el que padre -gran interpretación de Oscar Martinez- e hija dialogan intensamente exponiendo sus posturas ideológicas y contradicciones generacionales, Mitre propone -al igual que en su film anterior El estudiante- un conjunto de dilemas éticos y morales sobre la justicia, la política, y del derecho al libre albedrio de sus protagonistas.
Al igual que en la primera, aquí también se hace foco en el ultraje padecido por el personaje principal, interpretado por Dolores Fonzi, y se indaga sobre las profundas injusticias sociales y diferencias de clase en la que se encuentran sumergidos los miembros de la patota, pero a diferencia de su antecesora, no es la denuncia ni el juzgamiento lo que pregona sino exponer los hechos desde los diferentes puntos de vista y observar los personajes sin entrar en sus pensamientos, dejando al publico sacar sus reflexiones e instaurando el debate.
El punto mas cuestionable del film reside en las decisiones de la protagonista, cuya visión de la justicia e igualdad social son fácilmente comprensibles -se compartan o no- por el espectador, pero la irracionalidad de sus decisiones -inverosímiles dentro del contexto planteado y ante una experiencia tan traumática- e inmutabilidad ante los hechos, rompe la empatía que el público pueda haber tenido con ella y quita credibilidad al relato.
Independientemente de su historia y desarrollo, La patota es una película que instaura el debate y promueve, por parte de su realizador, una clara premisa: respetar las decisiones ajenas por más incomprensibles que parezcan.