Polémica en el Cine
Estamos ante una curiosa "remake", algo que es infrecuente en el cine nacional, en esta caso una nueva mirada, actual hacia un tema social latente, pese a que desde el filme original (La Patota, 1960) de Daniel Tinayre, han pasado décadas y mucha agua bajo los puentes.
La situación crítica de sufrir el personaje principal (Paulina, una docente), una tremenda vejación por parte de un grupo de marginales, antes eran muchachos de un colegio nocturno en la periferia porteña, hoy alumnos de una escuela humilde en tierras misioneras. Basándose en aquél exitoso drama, muy comentado y exaltado en tiempos de su estreno, aunque también víctima de palos de alguna crítica exigente, el director Santiago Mitre -el mismo de la destacada "El Estudiante" del 2011- retoma ahora la versión remozada, distinta de la temprana peli que protagonizara Mirta Legrand. Junto al guionista Mariano Llinás han trabajado para estos tiempos que corren si bien la misma idea, optando por cambiar ciertas aristas de la trama y el personaje central, aquella era un católica extrema y parecía solo buscar la redención cristiana, puesto que si bien tambien tenía visos de cine sensacionalista como usaba el recordado realizador de "Deshonra", El Rufián" y "La Mary", para que cada filme suyo fuese un éxito en la taquilla y sobradamente comercial, se intentaba mostrar un final moralista, reflexivo, algo también frecuente en la filmografía del prolífico Enrique Carreras.
Aquí no hay moralina, sino una constante lectura acerca de la injusticia social, logrando que Dolores Fonzi -terrible buena actriz y rostro relevante- de a ratos parezca lograr una total empatía con el espectador. Ayer era conformar el concepto religioso de la Expiación, hoy se politiza el tema, el cual está dado en las numerosas charlas y discusiones entre Paulina y su padre Juez (Oscar Martínez), y eso es quizás lo que oxigene plenamente la historia, que hay que decirlo no posee golpes abajos (Qué hubiese pasado si la dirigía Adrian Gaetano por ejemplo...?).
Un filme que logra quizás desestabilizar al público poco precavido que irá a buscar morbo, y que sirve si -en cambio- para que otros salgan de verla y la discutan por largo rato, que eso suele ser la pasta base del buen cine. Ver y discutirla.