Juanita, en una histórica
Casi 90 años de historia argentina, con Juana Viale cumpliendo dos papeles.
Es extraño: La patria equivocada , una coproducción entre el INCAA y San Luis Cine que ambiciosamente narra casi 90 años de historia argentina, desde 1807 hasta 1898, donde se recorre a partir de tres generaciones de la misma familia eventos de esos que salían en fichas de Billiken (desde la Segunda Invasión Inglesa hasta la Conquista del Desierto, pasando por la guerra de la Triple Alianza) vio postergado por segunda vez su estreno por un mero, trivial y cosa-de-cada-día incidente mediático. Historia vs.
E! Entertaiment . De hecho, el nuevo filme de Carlos Galletini muy a pesar de haber sido elegido como parte de la celebración del Bicentenario –su fecha original de estreno era el 25 de mayo de 2010- y de estar basada en la novela homónima de Dalmiro Sáenz posee, al menos mediáticamente, un centro gravitatorio más vínculado al star system que a otra cosa: la actriz y nieta Juana Viale, que interpreta dos papeles protagónicos en el filme.
Sería miope negar que la juanitaplotation mediática del 2011 no es un fantasma, obviamente amarillo, que circula por La patria equivocada . Pero, para ser justos con la frivolidad, esos recortes permiten, por descartables, combatir cierta grandilocuencia plana que La patria equivocada construye a cada página recreada y su planteo del “Civilización o Barbarie”. Galletini, responsable de sagas hoy involuntariamente cómicas (los Superagentes y Exterminaitors) y que no filmaba desde el 2001, recrea la obra de Sáenz conservando dos características del original: la idea de traficar tras la Historia el género (melodrama, en este caso) y el erotismo.
Lo que sucede es que Galletini parece más sorprendido por su diseño de producción y la recreación de época que por darle vida a la historia de esas tres generaciones (madre enamorada de un soldado patricio que renuncia a la aristocracia, hijo salvaje reclutado y nieta que, por venganza, busca ingresar en las clases altas). De hecho, es capaz tomar a Juana Viale, una gran actriz, y reducirla a dos formatos: o una desnudez superficial y hasta gestual o el recitado encastrado, fuera de registro, de frases imposibles. Algo que hace prácticamente con todos los actores. Algunas groserías (maniquíes nada disimulados atados a caballos, ralentis que adquieren casi un sentido paródico) y ciertas torpezas narrativas (cada elipsis, por brutal, muestra los problemas en cada relato), hace de La patria equivocada una desperdiciada posibilidad de crear un cine épico con motor genérico.