Como se sabe, octubre y noviembre son esos meses en los que se acumulan estrenos de películas argentinas desconocidas e inexplicables y que pasan totalmente desapercibidas. Como se sabe, también, en el paquete de estrenos se “escapan” muy buenas películas que, para el común de la gente, es difícil destacar dentro de ese montón de título. LA PAZ EN BUENOS AIRES, de Marcelo Charras, es una de ellas. Uno de esos títulos que no llaman la atención (de hecho, el título del filme es más bien anodino), pero que sirven para descubrir un universo fascinante y a un cineasta con una mirada propia.
La película de Charras se centra en un hombre boliviano, que promedia los cincuenta años y que vive en Buenos Aires. Trabaja en una fábrica pero su pasión es enseñar a los jóvenes los secretos de la lucha libre. Es que Erasmo Chambi, tal es su nombre, fue una “celebridad” en el fascinante submundo de la lucha libre en Bolivia donde era conocido como El Ciclón.
lapazenbaAhora, sobreviviendo en el Bajo Flores, lo que intenta es que hijo siga sus pasos y sea su heredero, aún en un contexto totalmente diferente. El filme se organiza a la manera de un documental de observación, con la cámara metiéndose en el mundo de este personaje “legendario” que supo tener su máscara, su fama y su gloria en La Paz lidiando con su nueva vida y con los pequeños sueños que le quedan, mientras recuerda su pasado de gloria y organiza nuevos combates de lucha para la comunidad boliviana que vive en esta ciudad.
Charras consigue muchos momentos notables y el filme, con un espíritu generoso que jamás se toma con ironía ni el pasado ni el presente de estos personajes, va volviéndose no solo la historia de un curioso personaje, sino una sobre la inmigración y sobre la familia, el sostén que permite que El Ciclón, a su manera, siga existiendo. En el pasado y en el presente, como una herencia que pasa de padres a hijos.