Pasatiempo que pudo ser un buen melodrama
Con mayor pulido, esta historia daba para buen melodrama deportivo, en la línea de «El campeón», donde un boxeador arruinado lucha por el cariño de su hijo, y su tenencia, ya que la ex tiene buena estabilidad económica. La hizo King Vidor, con Wallace Beery y Jackie Cooper, acá la adaptó Torres Ríos al fútbol en «El hijo del crack», con Armando Bo y Oscar Rovito, y después Franco Zeffirelli la devolvió al box y la puso en la cima, de nuevo como «El campeón», con Jon Voight y Ricky Schroder.
Aquí hay algunos puntos de contacto con la de Zeffirelli, que pudieron ser más, sin ningún problema. Y hay puntos donde «La pelea de mi vida» aporta actualización. Porque aquí, dato interesante, el boxeador en decadencia no enfrenta la amenaza de una ex con mayor estabilidad económica, sino la de un colega triunfador, a quien el niño considera su verdadero padre. El fue quien lo crió, cuando el otro se había mandado mudar, sin saber que dejaba una novia embarazada. Ambos púgiles se aborrecen desde hace años, tienen ganas de sacarse el odio a las piñas, pero algún día deberán compartir el amor de esa misma persona, el hijo de ambos.
Lo dicho, esta historia daba para buen melodrama deportivo, y encima con un punto de vista actualizado. Desgraciadamente, el libreto cae en vicios de superficialidad y esquematismo tales que no hace llorar, ni sufrir, ni tampoco es comedia. Es sólo un pasatiempo de peleas y cariño. Pero ese pasatiempo puede tener un público seguro, ya que su elenco, sus vueltas argumentales, los diálogos y las reacciones de los personajes, la luz, la futura madrastra flaca, estirada y mandona (a cargo de la clásica mala Agustina Lecuona), hacen pensar en un consumidor televisivo. Que no podrá esperar a ver la película en su casa, porque está hecha en 3D.
En cierto sentido, esta obra anticipa la televisión del futuro, cuando el 3D esté en todos los hogares. En fin. Bastante bien hechas las peleas, donde Mariano Martínez y Federico Amador lucen su buena preparación, bien aprovechado el recurso del relieve (renglón aparte, los labios de Lali Esposito, aunque aparezcan en medio de un plano general), bien promocionado el sistema de televigilancia del Tigre, y oportunos los relatos de Osvaldo Principi. Guión de Jorge Maestro, dirección de Jorge Nisco, el hombre indicado para ganar esta pelea.