La Peor de mis Bodas 2 Crítica de Esteban Jourdán Esteban Jourdan Hace 3 horas 0 9 La suegra es el cuco, siempre. No existe miedo más grande para alguien cuando se pone en pareja que caerle mal a ella y si para peor es mala de esas de cuentos el cóctel está servido. “La peor de mis bodas 2” es eso pero se queda en el intento de ser divertida, simplemente entretiene. “La peor de mis bodas 2” es protagonizada por Gabriel Soto (Salvador) y por Maricarmen Marín (Maricielo) quienes por un problema en la empresa de él que lo lleva a la ruina y posiblemente a la cárcel reciben la visita de su suegra Laura Zapata, que es lo más parecido al demonio personificado para ellos dos. Poco a poco “La peor de mis bodas 2” nos lleva por las aventuras y desventuras de esta pareja, simulando un matrimonio e intentando ocultarle la verdad a su suegra para que de esta manera, les de el dinero suficiente para saldar la deuda. “La peor de mis bodas 2” es una comedia del director Adolfo Aguilar que estará disponible en plataformas iTunes y Google Play desde el 4 de septiembre
Cuando llega la suegra… La Peor de mis Bodas 2, comedia de Adolfo Aguilar, llega a las plataformas de Apple TV y Google PLAY este 4 de septiembre. Maricielo (Maricarmen Marin) está felizmente casada con Salvador (Gabriel Soto). Todo parece tranquilo hasta que una crisis económica enfrenta a Salvador con la bancarrota. Para colmo de males, aparece Leonor (Laura Zapata), la suegra de Maricielo, quien complicará aún más a esta particular familia. La Peor de mis Bodas 2 (2019) es una comedia familiar que se asemeja a las comedias de enredos de los años 50, donde las dificultades que atraviesan los personajes agravadas por una mentira, ésta termina haciéndose mas grande, pero todo en un contexto más contemporáneo; con la diferencia de que la problemática que este film plantea es lo único que no pasa de moda: Qué hacer con la suegra. El film cuenta con personajes y situaciones estereotipadas pero que resultan efectivas aunque no todas las interpretaciones sean las acertadas. Muchas de las escenas resultan absurdas y extensas y algunas otras carecen de musicalización, lo que produce un vacío en los ritmos, dando como resultado un estancamiento narrativo y evidenciando aun mas la simpleza de los diálogos. “Si bien esta comedia se aprovecha de problemáticas comunes con el fin de hacernos reír, también busca transmitir valores que se enseñan de una generación a otra.”
¡QUE NO VIVAN LOS NOVIOS! El cine de la región encuentra en dos géneros muy puntuales su garantía de éxito: el policial y la comedia. El primero tiene reglas propias que, aun cuando el contenido no sea suficientemente atractivo, si se articulan de manera adecuada, los resultados pueden ser aceptables. El segundo es más complejo, porque además de cumplir con ciertos códigos (el quiebre de lo real por la vía de la exageración, principalmente) requiere además que el contenido sea atractivo: sin personajes interesantes, sin chistes ejecutados con efectividad, sin un tono que imbrique fondo y forma, sin la debida actualización de ciertos registros de representación se puede caer en el lado de la vergüenza ajena. La peor de mis bodas 2, film peruano de Adolfo Aguilar, es precisamente un ejemplo de lo difícil que es hacer reír para muchas producciones mainstream de Sudamérica por más que se copien fórmulas reconocibles. La película trabaja sobre los enredos y las confusiones, y juega a estirarlos hasta el límite del verosímil, aunque sin demasiada fortuna. Una pareja concebida en la primera entrega de esta exitosa franquicia recibe un sacudón: han sido estafados y deben pedir asistencia económica a la madre del muchacho, una jueza de clase muy alta y bastante repelente, que desconoce la situación sentimental de su hijo. Por eso tendrán que inventarle una boda, para ganarse el corazón de la mujer y ablandarla para que ponga unos dineros que salven a la pareja. Digamos que como premisa no está mal y es la base para un universo que podría estallar en el disparate absoluto. Sin embargo ni Aguilar ni un elenco que supone que la comedia es la gesticulación desbordada logran hacer una comedia mínimamente decente. Una puesta en escena inexistente, estereotipos antiquísimos jugados sin gracia (el amigo gay por encima de todo), escenas que se estiran sin encontrar el chiste y una serie de enredos que se sostienen por la sola conveniencia del guion. Y ese es el mayor problema: uno entiende la suspensión del verosímil en los enredos, pero por momentos se hace imposible creer que esa mentira se sostenga durante 100 minutos. Claramente hay algo en la ejecución que no funciona. O directamente es la falta de ejecución y la subestimación del público. Una cosa hay que reconocerle a La peor de mis bodas 2: a pesar de sus 100 minutos se pasa rápido, seguramente por una constante especulación sobre un desastre que recién llega sobre el final, cuando ya es los suficientemente tarde.
La segunda parte de un éxito peruano, que se intuye en esta segunda entrega. Una pareja formada por el novio próximo a casarse con la organizadora de la boda. Aquí ya están felizmente casados, la prometida desairada del anterior film con otro amor. Pero como la película tuvo éxito hicieron esta nueva entrega donde una estafa sacude la vida de los protagonistas. Y la llegada de “la suegra, ex jueza” hace “necesario” fingir un casamiento sin recursos, para recibir el regalo que salvará a la economía de matrimonio joven. Comedia alargada, con vueltas de tuerca y lucimiento de quienes son actores populares en su país. Factura televisiva, y situaciones que cada vez se complican más hasta el esperado fin feliz.
¿Cuánto tiempo se puede sostener una mentira? ¿Cuánta gente debe involucrarse en ese encubrimiento para que todo salga como se lo planeó o imaginó? La peor de mis bodas 2 (2019), de Adolfo Aguilar (La paisana Jacinta) intenta, con una propuesta televisiva, y un sentido de la cinematografía nulo, responder estas preguntas y avanzar en el territorio de la comedia popular gracias a la incorporación de figuras reconocidas por el público del país de origen y aledaños. Retomando la exitosa franquicia iniciada en La peor de mis bodas (2016) el reencuentro con Salvador (Gabriel Soto) y Maricielo (Maricarmen Marín), pero en otra situación, ya casados y en supuesta armonía marital, permiten construir una comedia de enredos a partir de la decisión del hijo de éstos (Thiago Vernal) de conectarse con su abuela Leonor (Laura Zapata) para ayudarlos a salir de un problema económico/judicial. Al no saber nada esta señora sobre el actual estado civil de su hijo, decidirán, mientras resuelven todo, engañarla, inventar una nueva boda entre ellos y así obtener la suma de dinero que les permitirá recuperar su vivienda y el buen nombre de Salvador, quien ha sido estafado por su socio. Con personajes satélites que refuerzan, con gags, la idea primera de avanzar en un género, al que se debe tenerle respeto, y aquí no sucede, pareciera que ni el trabajo de cuatro guionistas sirviera para hacer frente a la difícil tarea de hacer reír al público y mantenerlo en vilo hasta el fin del metraje. Cuando se construye la progresión dramática de una narración, deben tenerse en cuenta no sólo la popularidad de las figuras que lo componen, sino que se debe responder con solvencia y responsabilidad a un momento en el que el espectador ha elegido compartir parte de su tiempo y dinero en una película. Con el afán de llenarse los bolsillos, muchas veces, estas coproducciones, híbridos de culturas diferentes, que sólo comparten el idioma y el recuerdo de algún producto televisivo que ha traspasado fronteras, terminan por subrayar diferencias, potenciar estereotipos y recaer en lo peor del humor de los últimos 40 años, que atrasa y disgusta. Así, se incorpora a un amigo “gay”, que debe ocultar su verdadera identidad sexual ante la recién llegada, o debe también mentir en un casting para poder triunfar como actor, se presenta al dueño de un club de strip tease como un mafioso lleno de dinero y éxito, y se utilizan a dos personajes para aparentar tener servicio doméstico y burlarse de ello. Las diferencias de clase se profundizan en un tipo de cine que otrora también solventaba su fuerza en figuras televisivas y en el clásico romance entre diferentes estamentos sociales para construir ese derrotero imposible de la heroína y el galán. Aquí, supuestamente, la protagonista, Maricielo, es una emprendedora, pero por momentos es dibujada como una ignorante, incapaz de entender conceptos judiciales, a su vez que, a Salvador, el galán, se le exacerba el costado más superficial, amparándose en su físico y llevándolo, por ejemplo, a hacer un streap tease delante de su madre. Referencias locales, duración excesiva, y una anécdota que se agota rápidamente y que sólo saca alguna que otra sonrisa por acumulación, hacen de esta propuesta un fallido acercamiento a la comedia, y que inentendiblemente apunta a tradicionalismos y arcaísmos para profundizar su mirada misógina sobre las relaciones, el rol de la mujer en la sociedad, el lugar de los adultos mayores en ella, repitiendo fórmulas y gags para silenciar su total falta de originalidad y que, a excepción del oficio de Laura Zapata, el resto del elenco no hace otra cosa que repetir un guion vacío sin pasión ni interpretación.