Parece que andamos pobres de ideas, incluso para distribuir cine. ¿Qué hace esta película en nuestra cartelera? Seguramente habrá antecedentes de recaudación que amparen la decisión, porque de calidad o cualidades es de lo que “La pequeña traviesa” adolece por completo.
Se han hecho infinidades de producciones con animales (reales y digitales), y esto no es novedad porque desde Esopo a esta parte el ser humano y los animales conviven en la ficción de formas diversas. La “idea” es reciclar (otra vez) la premisa de Dr Doolittle, el personaje (otrora interpretado por Rex Harrison, en 1957, y Eddie Murphy en 1998 y 2001) que tenía la capacidad de comunicarse con los animales y a través de ellos resolver algunas cuestiones respecto de su entorno. Aquí es una niña la que tiene esta habilidad, y le trae bastantes problemas a la familia que debe mudarse cada tanto para evitar ser señalados, por lo cual le hacen prometer a Lili que nunca más utilizará su poder.
Esto funciona a medias porque enseguida se conecta con un elefante bebé y aparece un caso para resolver y ayudar a los animales del lugar al cual se han mudado. Hasta ahí tenemos una premisa del público al cual se apunta y el tenor de las actuaciones, gags y situaciones a presenciar. Todo queda en eso. Una premisa. Por empezar, todas las decisiones del director alemán Joachim Masannek son un cúmulo de desaciertos, desde el espantoso acabado del elefante digital hasta el montaje incoherente e ilógico, y desde un casting pobrísimo hasta una dirección torpe y errática.
Lo peor de “La pequeña traviesa” es la confección del personaje central, porque a priori todo invitaba a lograr una empatía con Lili, la niña de marras cuyos conflictos estaban repletos de elementos para que chicos y adultos se lleven algo para reflexionar a través del humor y la aventura. Por el contrario, el trabajo de dirección sobre la joven actriz es de lo peor que se ha visto en mucho tiempo. A la pobre Malu Leicher (que obviamente no es responsable, es una niña) le hacen dibujar un personaje insoportable, caprichoso, rebelde por nada y egoísta, que genera, merced a un doblaje más espantoso aún, un profundo rechazo. Uno no pretendía a Laura Ingalls, pero tampoco a una Chilindrina malvada, pelirroja y enchufada a 220. El resto del elenco no le va en saga, pero es que es difícil remarla con diálogos y escenas así escritas.
Efectos a los que se les notan las costuras (por momentos atados con alambre), música tan caprichosa como la nena (por momentos subraya y en otros parece de otra película), y gags escatológicos que no aportan y dan asco. Son con animales esos gags, es decir, son una bestialidad. Un doblaje mediocre que también parece disociado en intención respecto de lo que se ve y, en este aspecto, hasta la gráfica local es engañosa. Nada de esa inocente picardía que se intuye en el afiche. Es todo lo contrario. ¿Qué hace esta película en la cartelera vernácula? Aburrir y dar bronca.