Memorias de cuadrilátero La piel marcada (2016) es un sentido homenaje al púgil chaqueño Sergio Víctor Palma, uno de los mejores boxeadores argentinos de todos los tiempos quien a sus 60 años rememora su vida y trayectoria. Campeón Mundial Supergallo de la AMB en 1980 (al noquear en el quinto round a Leo Randolph), el denominado “boxeador poeta” por sus habilidades para la música y la poesía se encuentra en su casa junto a su mujer. Frente a la ventana con una serie de fotografías sobre la mesa, mira en un video su épica pelea consagratoria. Sus memorias son el disparador del documental de Mohamed Hussain. “Los recuerdos son como chapitas en el agua, uno desde la superficie las ve pero al sumergirse, con el movimiento, deja de visibilizarlas” dice un Sergio Víctor Palma e invita a un recorrido intimista por sus recuerdos de juventud. Su infancia humilde en el chaco, sus memorias en el campo de algodón donde fue criado, su debut en el box en 1976, sus cinco defensas del título (hasta resignarlo por puntos en 1982 ante el dominicano Leo Cruz); son mencionadas por el legendario boxeador en una serie de entrevistas (en su casa, en su gimnasio en Lanus, en el Luna Park, templo deportivo de aquellos años) para ir reconstruyendo su pasado de ascenso y gloria en paralelo al de un joven boxeador de su gimnasio. El pasado marca al hombre nacido el 1 de enero de 1956 en La Tigra, Chaco, y el film lo expone visualmente con la textura de la imagen, ya sea en la simbiosis con la cresta de un árbol, en su rostro o el mismo algodón de su campo natal. Marcas que aparecen al profundizar en los recuerdos hasta culminar con la épica pelea que le da el título de campeón. Pero la película tampoco termina ahí, continúa con la pelea del joven de su gimnasio, en un poético legado de grandeza que escenifica pasado y presente en una misma imagen. Reflexión que el preparado luchador deja latente.
Con sensibilidad, el director Hernán Fernández pone en foco vida y obra de SV Palma, campeón de box, poeta, cantante y mente lúcida y creativa, aún ahora, frente a su cámara, recuperándose de un accidente cerebro- vascular y con cierta dificultad para hablar. Fernández tenía un gran material para su película, un gran personaje. La elección de permanecer cerca suyo todo el tiempo, acompañándolo en el juego de abrir recuerdos, como capas, de una vida fascinante, es acertada. Porque el presente del ex campeón, que mira con nosotros sus momentos de gloria, sus grandes peleas, pero también sus memorias de infancia, en un campo de algodón en El Chaco, es el de un hombre con una inteligencia y una sutileza subyugantes. Un tipo capaz de interpretar y transmitir emociones. Pero también de dar unos buenos consejos sobre movimientos en el ring, a los nuevos peso pluma que entrenan ahora.
UN BOXEADOR QUE ROMPIÓ EL MOLDE Es un sensible documental de Hernán Fernández que se basa en los recuerdos de un boxeador, poeta y músico que siempre fue un mimado por la prensa y la fama de sus peleas con titulo mundial incluido. Sergio Víctor Palma siempre fue un hombre lúcido que escapó a los estereotipos de lo que se espera de un boxeador. Reflexivo y sensible, inteligente y humilde, hoy su mirada sobre el pasado en simplemente conmovedora.
Con algo de niño triste en la mirada. Un retrato del campeón mundial de boxeo de los supergallos 1980, que va desde su momento de gloria hasta el presente. Lo que golpea de este boxeador suave, que no pierde la sonrisa, es su sinceridad brutal.Lo que golpea de este boxeador suave, que no pierde la sonrisa, es su sinceridad brutal. Como es frecuente en el caso de los boxeadores, la historia de Sergio Víctor Palma no es pum para arriba. Campeón mundial de los supergallos en 1980, este nativo de La Tigra, Chaco (localidad cinéfila nacional) pudo retener el título apenas un par de años, antes de caer inapelablemente. Al día de hoy su salud se presenta deteriorada, consecuencia de un ACV sufrido una década atrás. El episodio cerebrovascular no fue consecuencia de los golpes recibidos, cabe aclarar, sino secuela del accidente automovilístico que le afectó una arteria cervical. Dirigida por Hernán Fernández (Buenos Aires, 1985), La piel marcada hace un retrato del Palma que en unas semanas cumple 61, retrocede en flashbacks hasta su momento de gloria y confronta todo eso con los comienzos de un boxeador amateur que hoy se inicia, seguramente con las mismas ilusiones que habrá tenido aquel pibe chaqueño cuarenta años atrás. Hoy en día y de acuerdo a lo que muestra La piel marcada, Sergio Víctor Palma vive semirrecluido junto a una mujer que lo cuida como si fuera su madre (siempre hubo algo de niño en esa sonrisa y esa mirada; ahora hay algo de niño triste), tomando mate, repasando recuerdos y mirando fotos viejas. Cabe preguntarse cuánto de eso está montado, ya que el de Hernán Fernández es, notoriamente, un documental con una fuerte puesta en escena previa. En una entrevista concedida antes del ACV Palma advertía al entrevistador que su memoria no era buena. Ahora compara los recuerdos con chapitas flotando en un estanque, a las que uno ve, pero cuando las quiere alcanzar se escapan, por el movimiento generado por la propia mano. Es una muy buena imagen, bastante trágica si se la piensa, y no debe sorprender viniendo de alguien que siempre se destacó por su claridad de pensamiento, la articulación y riqueza de su habla y hasta ciertos arrebatos poéticos, todo ello no precisamente esperable en un boxeador. Hijo de padres cosecheros, Palma parece haberse labrado todo eso tan a los golpes como su carrera en el ring. “¿No está del todo mal, ¿no?”, comenta, al más puro estilo Borges, ante un fragmento poético (bastante cursi, en verdad) que le lee su esposa, en un momento de La piel marcada. Lo otro que golpea de este boxeador suave, que no pierde la sonrisa, es la sinceridad brutal. “Yo perdí esa pelea”, dice sobre una de sus defensas del título. “Me la dieron ganada porque fue acá”. Es más: “Yo hacía un personaje modesto, humilde. Pero era por cobardía, para no comprometerme.” Hernán Fernández elige contrapuntear el presente de Palma con el de Matías, el pibe que se inicia y al que la mamá le pide, ingenuamente, que nunca le marquen la cara. La idea fue, seguramente, evitar que la película se convirtiera en una cabalgata de puro pasado. El problema es que no llega a hacerse de Matías un personaje con interés en sí mismo, limitándoselo al mero rol funcional de contrapunto narrativo. En lugar de eso, ¿no cabría haber investigado luces y sombras en la vida de Palma? Teniendo en cuenta que el primer boxeador argentino al que le levantaron la diestra en Estados Unidos tiene cuatro hijos y un par de esposas previas, ¿no se podrían haber investigado un poco las relaciones familiares? Considerando que fue un campeón de la dictadura que perdió su título días después de la caída de Malvinas, ¿no se podría haber explorado qué clase de construcción hicieron en su momento los medios de su triunfo y su derrota? ¿Su relación con el entrenador Santos Zacarías, que como entre padre e hijo pasó de la incondicionalidad a la ruptura? Técnicamente impecable (signo de todo el cine argentino reciente), bañada por una luz que parece acariciar al protagonista (gentileza del documentalista Diego Gachassin), La piel marcada se da el lujo de ligar, por montaje, tiempos distantes, como cuando muestra al Palma de hoy en día mirando por la ventana su propia llegada al país treinta y seis años atrás, tras su conquista de la corona. No parece casual que uno de los montajistas sea el propio Fernández.
ROSEBOX En la piel de un ex deportista, el tema de los recuerdos es sin dudas algo clave: la vida útil de un deportista tiene una fecha de caducidad, algo que no se da en ninguna otra actividad pública donde a lo sumo lo que puede determinar un cierre es la falta de creatividad o la limitación del talento. Por eso, la posibilidad de indagar en ese tremendo espacio off que es el después de la fama, en mirar la forma en que se mira el pasado de gloria, es algo sustancioso, y el director Hernán Fernández lo aborda con criterio y sensibilidad en La piel marcada, documental que se centra en la figura del ex campeón mundial de boxeo Sergio Víctor Palma, quien actualmente padece la inmovilidad con la que un accidente cerebro-vascular mermó la actividad de su cuerpo. Un detalle: Palma sí tuvo el origen que tienen la mayoría de los boxeadores, de humildad y pobreza, pero a contrapelo del lugar común nunca se convirtió en un tipo arrogante o en un ser autodestructivo. Incluso, una vez retirado perfiló por el mundo de la canción y la escritura de poesía. Tal vez por eso, el destino le tenía guardado un doble impacto: primero un fortísimo accidente automovilístico, luego los problemas de salud mencionados anteriormente. Es como si no hubiera escapatoria al camino trágico de esos héroes populares. Y el Palma que aparece ante la cámara de Fernández es un tipo que añora, que recuerda, porque básicamente su cuerpo lo condenó a ese reflote constante de viejas epopeyas. La piel marcada trabaja aquellos momentos del pasado, los que hicieron del personaje alguien destacado en el mundo, desde el relato oral del propio protagonista o desde los archivos audiovisuales. De hecho es muy emotivo ver al Palma sesentón viendo al Palma joven, deportista, luciéndose en el ring. Si hay elementos en el documental que permiten el retrato de vida, el repaso de episodios históricos, el reconocimiento al ídolo deportivo, indudablemente la materia con la que están hechos los recuerdos se terminó convirtiendo en el leitmotiv principal. Fernández los piensa a partir del propio punto de vista del ex boxeador: como una chapita que uno va a buscar al fondo del mar y que nunca logra conseguir. Palma hace referencia a ese oleaje que empuja y empuja hacia el fondo, cada vez más, insondable. Y la película lo recrea a partir de planos del protagonista observando, mirando por ventanas que vaya uno a saber a dónde conducen. Aparecen también elementos evocativos, como esos copos de algodón de la cosecha en el Chaco a donde el protagonista quisiera alguna vez regresar. También hay cosas que no funcionan del todo en la película, como ese relato en paralelo de un pibe que sueña con ser un gran boxeador y al que vemos en sus incipientes pasos amateur. Lo que importa es la claridad del protagonista, la manera en que se cuenta a sí mismo con sus dudas y certezas sobre lo que fue. Y también, claro, la incógnita que es ese futuro enorme que le queda por vivir. Como el Charles Foster Kane de El ciudadano, este Palma sueña con ese Rosebud (aquellos copos de algodón) que lo conducen invariablemente al pasado, a la niñez feliz aún en las limitaciones. Fernández logra un retrato impensadamente sensible, y lo hace exprimiendo totalmente la dosis de tristeza y melancolía que el personaje habilita desde su mirada taciturna. Como no podía ser de otra forma, La piel marcada termina con un plano de Palma mirando el horizonte.
“Me emocionó que parte de mi vida llegara al cine” Sergio Víctor Palma. El ex boxeador y campeón habla de “La piel marcada”, documental que describe la dura vida de un hombre que la sigue peleando con dignidad afuera del ring. Le gusta que lo llamen “campeón”. No corrige ni contradice. Lo acepta en silencio, casi con pudor. “Por lo menos no pasé vergüenza. Nada de lo que se ve en la película me molesta ni me reprocho. Se muestra a un ser humano ni santo, ni diablo… un tipo normal que se ganó la plata en un ring dignamente ”. Sergio Víctor Palma, “Palmita” para el mundillo del ring-side, fue uno de los grandes boxeadores “de la época más rica y pareja de la historia” (Sugar Ray Leonard, Tommy Hearns, Marvin Hagler, Larry Holmes, Mike Tyson, Wilfredo Benítez, Pipino Cuevas, Mano de Piedra Durán, Santos Laciar, Martillo Roldán), menciona entre otros, que llegó a ser campeón del mundo (1980, ante Leo Randolph, en EE.UU.), cuando lograrlo era una verdadera proeza, una hazaña para muy pocos. Y Palma enamoró desde el ring por su elegante estilo y letal “gancho”, y debajo del cuadrilátero, por su humildad, calidez y manera de expresarse. Parecía un universitario aquel pugilista que asombraba por su vocabulario y preciosismo. Una vez retirado, se dedicó al periodismo, a la docencia y a escribir poesía. Hasta tuvo la audacia de cantar y componer alguna canción. Dirigido por Hernán Fernández, “La piel marcada” es el retrato de un hombre con la agudeza y la sabiduría de quienes se han enfrentado alguna vez a la muerte. Es la radiografía de alguien “marcado”, golpeado en el ring, pero más en la vida, ya que hoy lucha con entereza contra un lejano ACV, consecuencia de un accidente automovilístico que paralizó parte de su cuerpo. Y esa condición física, que lo disminuue, altera el ánimo de Palma, que “tiene altibajos, que a veces me dice que no tiene ganas de levantarse… ¿¡Podés creer!? Tiene la autoestima por el piso”, simula cierto enfado Orieta, su compañera de vida, pero sobre todo su columna vertebral, su sostén psicológico, “mi ángel de la guarda”, define él. Chaqueño, de 60 años, Palma prefiere hablar de humildad en lugar de bajón. “Yo soy muy pensante y entiendo que lo que me pasa era mi destino. No estoy pagando por haber recibido más golpes de los que podía soportar. Me fajaron en algunas peleas, incluso me dieron una por ganada cuando claramente la había perdido (como aquella que se ve en el film contra el panameño Jorge Luján). Pero bueno, hoy la remo y recuerdo con orgullo mis tiempos de gloria”. Reconoce Palma que estaba nervioso, y muy ansioso, por cómo estaría planteada “La piel marcada”, film que, siente, “me saca del ostracismo y permite que las nuevas generaciones sepan quién fui. Y creo que la película me hace una presentación justa y correcta”. En una escena aparece Carlos Irusta, reconocido periodista deportivo, quien encuentra la definición adecuada para Sergio. “La esencia del boxeador, que es noble, que es una, es la esencia del guerrero, que está dispuesto a pelear hasta la última gota de sangre para conseguir una victoria. Si ese guerrero lucha por una victoria, podemos decir que estamos frente a un guerrero”. Y en ese triunfo figurativo y resonante de Palma, está el regreso a los guantes, pero para abrir un centro cultural y deportivo el año entrante, en Mar del Plata, donde vive actualmente. “Me tiene entusiasmado volver al ambiente donde uno se crió, tengo ganas de empaparme de boxeo y de poder enseñar y proteger a futuros valores, más allá de que me enterara de que algunos colegas me menosprecian diciendo cosas como ‘qué puede enseñar Palma”, hace saber quien fuera un orgulloso pupilo de una eminencia como Santos Zacarías, recordado maestro de campeones. El hombre nacido en el pueblito de Tigra, que está por terminar su libro “El arte de boxear”, admite que necesita trabajar, que “pelear me ayudó pero no me salvó económicamente”. Y ya en tren de confianza, vuelve a su salud y a su innegable lucha diaria. “Tengo ganas de vivir, pero ésta es una pelea chiva. Doy un par de sopapos pero también recibo mucho”, sonríe con su paralelo boxístico. “Sé que será una contienda que nunca terminará, pero dependerá de mi voluntad la calidad de vida que quiera tener”.
Es doloroso saber que el cuerpo y la memoria se van deteriorando dese el primer día que llegamos a la tierra. Aún más doloroso es saber esto, ser consciente y no tomar consideración del hecho generando una marca en nuestra mente se la elimine o elimine para continuar en el día a día. “La piel marcada. Retrato a Sergio Víctor Palma” (2016), debut en el documental de Hernán Fernández analiza estos temas y además suma, en el homenaje al boxeador su esfuerzo por continuar en una actividad que le ha transformado y “marcado” su vida al punto de no poder ser aquel que era hace tiempo. En la elección de narrar de manera clásica (entrevista ¾, imágenes de archivo, inserts del entrevistado en diferentes acciones, etc.) el director apela al relato progresivo de la vida del boxeador sumando a un nuevo aspirante a campeón con sus anhelos y sueños más profundos para lograrlo. Sin quedarse en esto, la propuesta narrativa avanza para potenciar la idea sobre cómo el éxito en muchas oportunidades solo es un oropel que de un día para el otro muta en una forma que la realidad devuelve su verdadero rostro. El recuerdo oral, la anécdota simple y poco lúcida, la memoria que traiciona y que necesita el acompañamiento de otro para poder desandar esos recuerdos que por sí solos no vienen o que tal vez llegan pero de otra manera. El reflejo que muestra la cámara, la imagen que devuelve sobre Palma es triste, y la música potencia la melancolía y la nostalgia en un punto, el mismo con el que el sentido de la película se construye. El mundo del boxeo es reflejado por Fernández como un espacio de crecimiento principalmente económico, ya que al reflejar la vida actual de Palma, no hay duda ni espacio para el regocijo o el ensalzamiento de una cosa que no es la que realmente sabemos. Y ahí, la tensión entre aquello que espera el joven boxeador que se entrena día a día para llegar, y la realidad del veterano que no puede casi hilvanas sus palabras “La piel marcada. Retrato a Sergio Victor Palma” encuentra el punto exacto para poder, tal vez, construir su verosímil. Hay algunos momentos en los que el registro de archivo funciona correctamente, y otros en los que nada parece revelar parte del pasado para poder reforzar la idea de un presente oscuro y doloroso, que es el que vive el ex boxeador. Paralelamente, la historia del joven que día a día y contra viento y marea desea triunfar para poder comprarle una casa a su madre, además de movilizante, en realidad es un reflejo de aquello a lo que aspiran miles de jóvenes, el poder salir de un lugar en el que se encuentran para encontrar un estado mejor o ideal. Allí la fuerza de la película es irreversible, porque nada ni nadie advierte al hombre, al joven y al viejo, que uno es la resultante del otro y que más allá que se crea que la suerte se puede cambiar, en parte, la dolorosa realidad alberga pocas esperanzas para que el destino tenga otro final.