“La piel que habito” es el último trabajo de Pedro Almodóvar, dos años después de que “Los abrazos rotos” (2009) recogiera un gran recibimiento a nivel internacional.
Esta vez, el director manchego realiza la adaptación de la novela “Tarántula”, de Thierry Jonquet, entregando un melodrama que bordea el relato de terror, protagonizado por una especie de doctor Frankenstein que juega a ser dios, manipulando a otras personas como experimentos de laboratorio.
Robert, un cirujano plástico, atormentado por el suicidio de su esposa (quien previamente había quemado la totalidad de su cuerpo en un accidente de auto) decide poner en práctica una investigación para la creación de una nueva piel, acorazada contra toda agresión externa. Para llevar a cabo las pruebas en un ser humano, aprovechará para vengarse de un joven que intentó violar a su hija, dejándola mentalmente enferma.
Con influencias del cine de Buñuel, Hitchcock y Dario Argento, este nuevo proyecto vuelve a reunir a Pedro con Antonio Banderas, con quien no colaboraba desde hace 2 décadas, desde “¡Átame!” (1990).
Aunque en diversas ocasiones Almodóvar había afirmado que contaba con Penélope Cruz para este proyecto, finalmente, por problemas de agenda con Penélope, dio el papel a la extremadamente guapa Elena Anaya, muy bien maquillada para este rol, en el que resulta crucial mostrar la tersura y el color de su piel.
La escenografía y utilería del filme tienen preponderantes presencias, realzando la bella finca señorial en la que está filmada la película. La música de Alberto Iglesias (que incluye algo de instrumentos electrónicos) así como la cuidada composición de los encuadres, aportan belleza audiovisual, reforzando el drama de sus protagonistas.
Resulta complejo determinar la cuestión protagonista-antagonista, dado que, tanto Banderas como Anaya intercambian constantemente ambos roles. Los dos son víctimas y victimarios del otro, y la vida los une uno al otro en una enfermiza relación que culminará en grandilocuente tragedia.
Si bien existen algunos apuntes de humor, en este caso son muy breves, y gana lugar el drama y el horror (de éste último, no tanto por lo que se muestra, sino por lo que significan las acciones de los personajes). La presencia de buenos actores, incluyendo también a la gran Marisa Paredes, le otorgan la credibilidad de la que el guión, por momentos, carece. Eso no quita que se extinga el entretenimiento, es más, todo lo contrario, sólo que el nivel de verosimilitud no es muy alto, y hay que ver la peli con pocos prejuicios para poder entrar en el submundo propuesto por Amodóvar durante 2 turbadoras horas.