Locura en ejercicio
En La piel que habito, Pedro Almodóvar encontró la historia a medida para volver a sus obsesiones. Cruel, misteriosa, bizarra y bastante kitsch, la película inspirada en la novela Tarántula, de Thierry Jonquet responde a los ritmos del thriller pero con el plus que ha convertido al director en una marca.
La historia gira en torno a un experimento del cirujano plástico Robert Ledgard, personaje que interpreta Antonio Banderas? con un registro mejorado, por el tono del relato y la cámara endemoniada de Almodóvar.
La piel que habito también podría inscribirse en la lista de culebrones, en este caso, por momentos sofisticado, pseudo-culto, con mujeres bellas, mujeres que no siempre lo son en el sentido estricto del género; muertes, violencia sexual, manejo cruel de la intriga que, de todos modos, no cae en el horror explícito.
El cirujano lleva adelante una venganza y con esa excusa desnuda su naturaleza perversa.
“El rostro nos identifica”, es la primera frase de Robert en una conferencia. Lo suyo es la manipulación genética, búsqueda estimulada por un trauma que no lo deja en paz desde que murió su esposa. Gal sufrió quemaduras en todo el cuerpo, a causa de un accidente, y la tragedia se instaló en su corazón hasta el desenlace fatal. También tuvo una hija que murió muy joven. Robert pasa horas recluido en su laboratorio. Sin abundar en detalles que develan el juego del thriller, cabe señalar la puesta de la película en la que el director ostenta madurez a la hora de elegir los lenguajes para contar con imágenes. Hay una diferencia deliberada en el color de la piel de Robert (el rostro bronceado de Banderas borra la expresividad) y la transparencia del rostro de la joven cautiva.
Observada por un circuito cerrado de cámaras, implacable, la imagen vista desde afuera modifica la escala del cuerpo enfundado en una malla color beige. La habitación de Vera también tiene unos pocos detalles visuales y alude a la obra de la artista plástica francesa Louise Caroline Bourgeois (1911-2010).
Almodóvar reproduce en el trabajo artesanal del cirujano, las texturas y hasta algunos íconos de la escultora. En tanto, Vera imita formas y pasa sus horas muertas superponiendo capas de arpillera sobre formas humanas. Pero el director no puede con su genio y en medio de esa composición y del diseño de los ambientes como de museo de arte contemporáneo, suma detalles, diálogos imposibles, como cuando Robert le dice a Vera: “Lo último que quiero es que te sientas incómoda”; humor negro; la visita guiada a lo feo; el rostro de la maldad en sus diferentes versiones (Robert, Tigre, Marilia).
El elenco responde con eficiencia a los personajes entre misteriosos y border. Inmersos en los conceptos de belleza y horror, que distancian y eliminan la emoción, Elena Anaya? (Vera), Marisa Paredes (Marilia) y Jan Cornet (Vicente) son criaturas indefensas frente a la locura del médico que ha alcanzado la transgenia como si se tratara de una nueva religión.