Sebastián Díaz, director de 4 Lonkos y La muralla criolla, trae una propuesta en la que el centro son los relatos. Intenta desarticular algunos mitos que rodean la fundación de la ciudad de La Plata al tiempo que ratifica ciertos cuentos edificadores de su identidad. En ese diálogo de narraciones históricas, logra un documental valioso, aunque no necesariamente por lo que a la historia de la ciudad puede aportar, sino por convertirse en un gran ejercicio analítico que prescinde de la poética del misterio frente a la fuente histórica.
Sabemos que la fundación de la ciudad de La Plata en 1882 está cargada de historias y leyendas vinculadas con la masonería de la dirigencia política argentina, con monumentos emplazados en espacios públicos que se consideran provocadores para las instituciones eclesiásticas, simbologías masónicas en diversos edificios públicos y por supuesto, la enigmática cartografía que la ciudad exhibe. Frente a estas historias, La Plata contada opera –el verbo opera es pertinente por su trabajo casi quirúrgico- poniendo sobre la mesa estos relatos que van siendo confrontados con archivos de época, o lo que queda de ellos. Además de la impronta del documento, asistimos a testimonios de estudiosos en la temática como Martín Epeloa, escritor de La escuadra y el compás entre diagonales o Fernando Aliata, autor de La ciudad regular.
Pero ¿de qué se trata esta operación de La Plata contada? ¿Cómo conecta ese modus operandi del proceso analítico con los objetivos del documental? El ida y vuelta de los relatos, los que cuentan los historiadores, los que descansan en la comunidad, los que emiten los propios archivos –también por omisión-, van desarticulando algunas viejas conclusiones y dejando al descubierto cierta idea de que la fundación de la ciudad estuvo animada, antes que nada, por motivaciones políticas de fines del siglo XIX y no por ninguna conspiración masónica mundial.
Por supuesto, la necesidad de desvincular el poder provincial de la capital federal, constatar la ejecución de ese proceso de federalización es relativamente chequeable a través del material que puede encontrarse en el Archivo General de la Nación, el Museo y Archivo Dardo Rocha o el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Se sabe que la confrontación entre Roca, presidente en aquel entonces y Dardo Rocha, gobernador de la provincia, era tal vez relativamente sutil en su origen. Pero a medida que La Plata comenzó a desplegar su diseño, se hizo evidente que la propuesta de Rocha era construir una ciudad que hiciera frente a la de Buenos Aires. Esto en términos urbanísticos, pero también había cierto afán de independización económica e industrial fuerte y un deseo de superar la a la capital de la Nación, amén del deseo de Rocha de ser presidente de la Argentina. En síntesis, la primera parte del documental releva, históricamente, de dónde proviene esa sensación tan arraigada del platense que mira su ciudad como un proyecto fallido: La Plata como la ciudad que no pudo ser.
Pero hay otro aspecto. Estas fuentes, estos archivos y documentos, muestran una clara vinculación con la masonería. Nadie se atrevería a poner en duda que La Plata está construida según parámetros de la simbología masónica. Una cartografía signada por diagonales en donde se percibe los límites impuestos por el compás y la escuadra. En los planos originales puede verse una G en su centro –representando la idea de geometría y geografía-, se representa una plomada y un nivel –símbolo de la igualdad dentro de las logias masónicas-, la orientación de la ciudad hacia el este –el Oriente como símbolo de la vida eterna y también el espacio que ocupa el maestro masón-, etc. Es decir, si vemos los planos o si pudiéramos ver, desde una toma cenital, los diversos emplazamientos de la ciudad, constataríamos que la manera en que se distribuyen los parques y espacios verdes, responden a la geometría espacial de los lugares y posiciones que ocupan las diversas jerarquías en una logia. Pero esta constatación no dice que la fundación de la ciudad fuera en sí la creación de un proyecto masónico mundial. En principio, solo dice que hay elementos de las logias que han sido utilizados. Lo cual es esperable si había tantos masones ocupando lugares de poder.
De esta manera, Sebastián Díaz corre un poco la maleza poética y mística de la masonería. No para descartarla en lo absoluto sino para desenmascarar otro aspecto más relevante vinculado con la fundación de la ciudad, su crecimiento, decrecimiento y eventual abandono. La pérdida de los objetivos del proyecto inicial, no son en sí relevantes. Seguramente, ya no serían aplicables a una ciudad contemporánea en la que la densidad urbana y el crecimiento demográfico han resultado desmedidos. Lo que sí nos dice la pérdida de esos objetivos fundacionales es que ya no hay un proyecto urbano cuyo paradigma sea el bien común. La Plata, como tantas otras ciudades, se expande. Para arriba con sus torres desiguales, hacia los costados, en un proceso improvisado y motivado por el emprendimiento inmobiliario. En síntesis, el bien común estaría en desuso, olvidado y lo que prima, como es habitual, es el poder del capital individual. La Plata contada, contando cuentos de una mística ciudad, nos cuenta en realidad sobre el arrasamiento patrimonial y su difícil supervivencia en un contexto hostil a los proyectos colectivos.
LA PLATA CONTADA
La Plata contada, 2020.
Dirección: Sebastián Diáz. Con la participación de: Ruben Pesci, Fernando Aliata, Nicolás Colombo, Martín Epeloa, Cristina Espinosa, Susana Scorians, Gabriel Dariagran. Música: Daniel Bugallo. Sonido directo: Matías Olmedo. Cámara: Mauro Braga, Julián Olmedo, Manuel Muschong. Duración: 72 minutos.